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Jueves, 18 de Abril de 2024

A David un alud le arrebató a 16 familiares en Teziutlán

Él es uno de los damnificados por las lluvias de 1999 en la colonia La Aurora. Recuerda que salvó la vida porque se tardó en regresar del mercado.
Martes, 4 de Octubre de 2016 16:43

Teziutlán, Pue.- Aquella lluviosa mañana del martes 5 de octubre de 1999, David Tomás Acosta salió de su casa en la colonia La Aurora para comprar comida en el mercado de Teziutlán. Nunca pensó que sería la última vez que vería a su esposa y al resto de su familia con vida. Unos segundos bastaron para que la tierra sepultara decenas de viviendas y a sus moradores.

Uno por uno, José Luis halló muertos a sus familiares en TeziutlánDespués de 17 años, dice con dolor y resignación: “solo podemos vivir de nuestros recuerdos y tener fe en Dios”.

De lo sucedido no olvida que el sábado anterior se sintió un temblor en Teziutlán, y que el lunes siguiente, ante las fuertes lluvias, auxilió a unos vecinos que sufrieron una inundación en su hogar. “Los sacamos y los llevamos a una casa atrás de la gasolinera”, recuerda.

Horas más adelante lo impensable sucedió y perdió a 16 seres queridos, entre ellos su esposa, seis hijos y cuatro nietos; familia política como su yerno y el hermano de su nuera, incluso sus compadres que estaban de visita.

Aquel martes describe que “salió de la gloria y entró al infierno”.

Aunque perdió noción del tiempo y de la hora, contó que su esposa le pidió que fuera a comprar las tortillas y dos pollos para hacer la comida. “Todos estamos aquí, los hijos no trabajan”, le dijo antes de irse al mercado.

“Pero Dios me detuvo en el camino” y fue entonces que se tardó en volver a casa porque encontró a unas amistades y después a sus vecinos. Una de sus hijas se adelantó a la vivienda. A 30 metros de su hogar alcanzó a ver a su hijo Marco, a quien le hizo una señal de que ya llevaba los alimentos.

“Iba llegando a la esquina de la casa, cuando truena el cielo y cae una nube muy grande en la orilla del panteón y en 15 segundos se acabó todo. Se derrumbó toda la parte de arriba, arrasando todas las casas empezando por arriba; y entonces yo les gritaba a mi familia: ¡sálganse, sálganse!, pero imposible mi voz contra los truenos, contra todas las casas que venían cayendo, griterío, rapidísimo que fue todo”.

Al caer el alud de tierra, recuerda que lo golpeó una piedra. “Me aventó al lado, como pude me levanté y grite ¡sálganse, sálganse!, pero ya no había nada. Olía feo, se escuchaban lamentos, un silencio y después la reacción es comenzar a buscar”.

Cuando esto sucedió “veíamos brazos entre los escombros y los que quedamos con vida, empezamos a meternos para sacar a nuestros familiares”.

“Me metí por donde estaba mi casa y vi una criaturita, la levanté con las manos y la limpiaba con la ropa enlodada. ¡Está vivo, está vivo! y lo tomaron otras personas, salvamos a vecinos, pero de los míos ninguno con vida”, dice con un dolor que se refleja en su rostro.

Más de una vez se le quiebra la voz y se le derraman las lágrimas al recordar la tragedia.

De sus 16 parientes recuperó ese martes los cuerpos de Columba y Mauricio, hija y nieto de su esposa, además de Jesús, hermano de su nuera. El miércoles los sepultó muy temprano.

Horas después halló los restos de su esposa y cuatro hijos más. El jueves llegó el Ejército Mexicano y encontró siete cuerpos más. El sábado rescató sin vida a Marco, el mismo a quién le hizo señas de que estaba a punto de llegar a casa.

“Lo encontraron entre dos muros, sin golpes, ni descompuesto, ni nada. Solo lo recuperamos, lo envolvimos en una sábana, lo metimos a su cajita y lo enterramos. Es muy triste, muy doloroso (…) es muy difícil olvidar todo lo que pasó”.

David Tomás trabajó por 30 años en Correos y con ese dinero compró su terreno y construyó su casa en la calle Guillermo Prieto número 64, de la colonia La Aurora. Solamente la tuvo tres años.

Cuando se hizo la reconstrucción fue reubicado en la colonia Lomas de Ayotzingo, que se creó para las familias damnificadas. A pesar de que hace poco más de 16 años consiguió una nueva casa, vive modestamente bajo un techo de lámina cubierto con plástico para que no se filtre el agua.

También se volvió a casar. Gaudencia, su esposa, hace tortillas a mano y don Tomás, que ahora tiene 72 años de edad, le ayuda a venderlas y junto con su pensión sobreviven.

Y es que asegura que las pérdidas materiales son las de menos, porque las de sus seres queridos son las que duelen todos los días.

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