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Viernes, 29 de Marzo de 2024

La Guadalupana mueve el corazón de toda una colonia en Necaxa

La tradición no se marca por las horas que se invierten en mantenerla, sino por la disponibilidad del corazón de los colonos, en su mayoría jubilados de la extinta Compañía de Luz y Fuerza del Centro.
Martes, 12 de Diciembre de 2017 17:55

Juan Galindo, Pue.- Desde hace 55 años, 10 días antes del 12 de diciembre, los vecinos de la colonia Juárez en Nuevo Necaxa,  municipio de Juan Galindo, inician los preparativos de la fiesta a Guadalupe-Tonantzin o Tocenquizca Nantzin -que significa de donde salimos-, con el corte del sotol que tejerán para adornar la capilla comunitaria que con cooperaciones voluntarias pasó de un nicho a ser oratorio de mampostería.

Hace poco más de cinco décadas el floricultor Mario Salas llegó a este lugar desde Tenango de las Flores, en Huauchinango y, además de su familia, trajo la costumbre de tejer un xochipextli –mural de flores- para la Virgen de Guadalupe, una tradición que no se marca por horas que se invierten en su elaboración o las veces que se pinchan con las espinas del agave, sino por la disponibilidad del corazón de los colonos, en su mayoría jubilados de la extinta Compañía de Luz y Fuerza del Centro.

El que participa aquí, lo hace voluntariamente, ya sea como miembro del comité organizador, con una cooperación monetaria, yendo a cortar el sotol, quitándole las espinas, tejiéndolo,  preparando alimentos, adornando la capilla, trayendo flores, acarreando agua, formando sillas, barriendo la calle, todo en una gran convivencia entre vecinos que se organizan no sólo para esta fiesta religiosa, sino informándose y haciendo gestión para lograr mejoras en su barrio.

Desde la muerte de Mario, es su hijo Vidal y sus hermanos, los que dirigen la elaboración del hermoso arco que adornará la entrada a la capilla que se encuentra en la calle 1 de Mayo y que sirve de acceso a la cabecera del municipio de Juan Galindo desde la carretera Interserrana. 

Varios meses antes sacan los permisos para el corte del sotol, una agavácea de finas, largas y puntiagudas hojas llenas de espinas, de cuyas cabezas sacan pequeños pétalos blancos, como capas de cebolla con las que forman el universo, estrellas, medias lunas, soles, flores, platos, platos con taza, y éste año sirvió para hacer el vestido y el manto de la virgen morena.

El estruendo de un “cuete” sirve para convocar a quienes irán al corte. El 3 de diciembre fueron 40 los hombres, jóvenes y niños que se congregaron afuera de la ermita para formar la brigada encargada de ir a traer el material del adorno a Pachuquilla, un lugar semidesértico ubicado en el estado de Hidalgo.

Antes de irse hacen una oración, se encomiendan a la virgen para que todo salga bien y no haya accidentes. Para que cada uno pueda cumplir su encomienda: hay quien sirve para escoger los sotoles, otros para cortarlos auxiliados con un hacha, otros más para amarrarlos, otros se encargarán de cargarlos y llevarlos a sus camionetas. Otros más consiguieron el pulque que beberán como parte del ritual y que servirá para acompañar su itacate. 

“Cuando somos muchos, como este año, en unas dos horas terminamos”, cuenta Vidal y agrega que los vecinos como Raúl Fuentes, Rubén Castañeda y otros más tienen muchos años de ir al corte, además de organizar la fiesta.

Al regreso, a la entrada de la casa del mayordomo que va cambiando cada año, se realiza un ritual de purificación. El sotol se sahuma con incienso que se quema en un xochijarro de barro. Se coloca una ofrenda con atole, tamales y bolillos. La flor se pone sobre un petate. Se piden disculpas por no hacer bien las cosas, por no esmerarse en dar gracias, por no reconocer la grandeza de lo que les rodea. 

Luego se baila el Son de las Flores. Se da de tomar refino “del bueno” a la tierra y después hay una comida que sirve para convivir entre los vecinos, financiada por el dueño de la casa. Ésta también se adorna con un mural porque ahí pasa un año la imagen de La Guadalupana que cargan en andas a la misa al aire libre que hacen en un parque de la colonia Morelos, atrás de la iglesia local.

Una escultura más de la Tonantzin, de menor tamaño, a la que llaman peregrina, vestida de satín y con una corona dorada, es la que intercambian quienes son designados como mayordomos y también se queda un año en su vivienda. El sacerdote no permitió que hubiera dos imágenes de la Guadalupana en la capilla, menos tres, explican, por eso se lleva a la casa de quien financia una parte del festejo. 

En los días siguientes limpian el sotol. De las cabezas van escogiendo las cucharillas –como también se conoce a la planta- que servirán de pétalos o guías. Son blancas y carnosas. Otros se empiezan a tejer para hacer la base del mural. A otras se les quitan las espinas. Pero no son muchas porque se secan. “Las espinas son vida”, acota Vidal.

El diseñó del xochipextli varía cada año y no es ninguna ocurrencia. No se hace de manera arbitraria o porque a alguien se le antojó que así fuera, afirma el artesano. “En sueños alguien me dice qué figuras debo hacer. Y como a muchos les he contado lo que me sucede, hasta me dicen que la Virgen me habla y yo creo que es así”, asegura.

La elaboración del retablo, la fiesta a la Guadalupana que termina después de otra comida el mero 12 de diciembre con el baile de Las Flores, dedicado a los 24 Señores Floridos, identifica, convoca, reúne y hermana a quienes habitan en la colonia Juárez, una de las más devotas y organizadas de Nuevo Necaxa.  

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