Se mantienen en el gobierno del estado al menos 17 personajes de alto nivel, no los más leales a Moreno Valle sino los más eficientes.
Por eso el nuevo gobernador decidió despedir a Salvador Escobedo.
Motivos sobran, pero hay uno que es de mucho peso: se convirtió en un cacique abotargado.
El cacique que hizo el trabajo sucio para entregar a Antorcha el distrito 13.
El cacique que pone y dispone a placer del vilipendiado comité de su partido en Atlixco.
El cacique al que hay que ir a buscar para que palomee las candidaturas de presidentes municipales y regidores.
El cacique que tuerce la cara para responder hasta las preguntas más inocentes de la prensa.
El cacique que como Secretario de Salud solapó el saqueo orquestado por Jorge Aguilar Chedraui.
El cacique que respondió en comparecencia ante diputados “a cualquiera se le puede descomponer una ambulancia”, para justificar la muerte de una niña indígena en la sierra.
El cacique que tras rodar de puesto en puesto hoy vuelve sin la menor vergüenza a su cómoda silla en el Congreso local.
El cacique que algún día calificó como un error abrirle las puertas del PAN a Moreno Valle y tiempo después se volvió el más aterciopelado de sus tapetes.
El despido tendrá que venir también por parte de los atlixquenses: el despido de sus esbirros en la región, de la gente que ha formado una camarilla impenetrable incluso para los mismos panistas.
Recordemos que el último cacique de la ciudad murió aferrándose al poder.
Esperemos que la jubilación del actual se dé en términos un poco menos fatales.
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