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Viernes, 19 de Abril de 2024

La depresión que persigue a los migrantes

7 Julio, 2017
Érika Nieto

Hasta hace poco más de dos décadas, ser indocumentado en la Unión Americana no representaba permanecer en las sombras al cien por ciento y a pesar de la vigilancia permanente de las fronteras por parte de la autoridad migratoria, los paisanos tenían la posibilidad de regresar a México en caso de alguna emergencia familiar o por un periodo corto para visitar a su familia. Claro, corriendo los riesgos que implicaba cruzar la frontera de regreso y pagar nuevamente al pollero.

En ese tiempo, los paisanos se atrevían a pensar en la posibilidad de regresar a México por el total de su familia para llevárselos a Estados Unidos; eran capaces de regresar por lo menos una vez al año, a pasar la navidad o la feria del pueblo, al lado de su familia en su comunidad de origen; para conocer al recién nacido después de dejar a la esposa embarazada antes de partir para el norte; o tenían la oportunidad de despedir a su padre o madre cuando fallecieran y estar a su lado en el funeral.

Uno de los mayores problemas que un migrante debe enfrentar al llegar a territorio norteamericano es la depresión, la soledad. La lejanía de la familia, siempre es lo que más duele a los indocumentados.

Nunca ha sido fácil migrar ilegalmente a los Estados Unidos

Sin embargo, el ataque terrorista a las torres gemelas en Nueva York en el año 2001 marcó un cambio radical en la forma de ir y venir de los indocumentados que atraviesan la frontera con México, pues la autoridad norteamericana criminalizó la migración y los castigos por la reincidencia en el cruce se hicieron mucho más severos. Y ni qué decir de las nuevas rutas que los polleros tuvieron que ubicar para continuar con el tráfico de personas, se volvieron mucho más peligrosas.

Todo lo anterior hizo que los migrantes regresaran a las sombras, a pasar desapercibidos lo más posible para no ser sorprendidos por alguna autoridad, pero sobre todo, provocó que los paisanos decidieran regresar lo menos posible a su país para no arriesgarse a los altos cobros de los coyotes que se fueron por las nubes y mucho menos a sufrir algún accidente en un nuevo cruce por la frontera.

No más navidades, no más funerales, no más visitas

Así que, nuestros paisanos tomaron la difícil decisión de no regresar a México a menos que fuera para quedarse. Y entonces, se acabaron las navidades con la familia, solo por teléfono llegaban las noticias de la muerte de los padres. Muchos se resignaron para mantener su propia seguridad y para no perder el ingreso en dólares que representa el sustento de la familia en México, pero la depresión y soledad se hicieron más fuertes.

Algunos lo enfrentan enfocándose en el trabajo y soñando con el regreso definitivo a su país cuando logren los ahorros necesarios. Otros no logran superarlo tan fácil.

Hace unos días una mujer mexicana indocumentada que radica en Atlanta, Georgia, asesinó a sus hijos y a su esposo por la depresión que le causó no poder regresar a México para acudir al funeral de su padre hace un par de semanas. Afortunadamente los casos extremos son contados, pero la depresión y la soledad de los migrantes siempre tendrán sus efectos negativos.

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