La elección de tercios a la que apuesta el PRI, cada vez más lejana

Aunque aún es muy incierto cómo terminarán las elecciones, lo que ya se vislumbra con toda claridad tanto a nivel nacional como estatal es que los candidatos de Morena a presidente de la República y la gubernatura de Puebla serán grandes protagonistas.

No sé si ganarán los comicios del 1 de julio, pero de lo que estoy plenamente convencido es que si a nivel nacional los candidatos que van en segundo y tercer lugar no repuntan con prontitud, hacen su discurso más creíble o se unen de manera pragmática, nada impedirá que Andrés Manuel López Obrador se convierta en el sucesor de Enrique Peña Nieto en Los Pinos.

En la esfera local, creo que si los morenovallistas siguen empeñados en no reconocer sus errores y excesos, en cerrarse a otros grupos dentro del PAN, así como a figuras y organizaciones de la sociedad civil, como lo hicieron en 2010, la campaña de Martha Erika Alonso Hidalgo va a fracasar en su propósito.

Martha Erika parece entrampada: sabe que varios de los principales operadores de su campaña —como Eukid Castañón Herrera y Marcelo García Almaguer— no están en el ánimo del gobernador José Antonio Gali Fayad ni de varios de sus aliados, pero tampoco puede prescindir de ellos. Los necesita, pero en la sombra o en lo oscurito, lejos de los reflectores.

¿Qué va a pasar cuando se descubra que su principal operador electoral es Eukid Castañón —con quién se reunió hace unos días en la casa de éste en La Misión—, cuando salga a la luz que García Almaguer es quien en realidad se encarga de su construir imagen, diseñar y colocar su propaganda, o cuando se documente que Rafael Moreno Valle es su estratega y verdadero coordinador de campaña?

Esta posición en muy endeble, sobre todo frente a las directas y abiertas críticas de sus dos contendientes —Luis Miguel Barbosa y Enrique Doger Guerrero—, que la ven como la reelección de su marido, como parte de una dinastía o un proyecto transexenal, como la continuación de un maximato.

No pongo en duda que Martha Erika encabece hoy las preferencias, que sea la política mejor posicionada del PAN, que tenga luz propia y méritos, y el derecho legítimo de aspirar a ocupar el puesto que ya tuvo su marido. Sin embargo, en la percepción de la opinión pública su candidatura es vista como una imposición.

El precandidato de Morena a la gubernatura, Luis Miguel Barbosa, está muy lejos de tener el conocimiento y el potencial de voto de López Obrador, pero es evidente que el impulso de éste lo coloca en una posición muy favorable.

De entrada las encuestas ya lo ubican en segundo lugar, no obstante que apenas es conocido por uno y si acaso dos de cada diez ciudadanos residentes en la entidad poblana y que la campaña formal todavía no comienza.

La debilidad de Barbosa es la misma que de López Obrador en Puebla: la ausencia de una estructura electoral y de organización confiable y con cobertura estatal que les garantice movilizar a las urnas a todos los que dicen que votarían por Morena, así como el cuidado y vigilancia en la totalidad de las casillas y consejos municipales y distritales durante los escrutinios, cómputos y recuentos electorales.

Lo que también se ve muy incierto es cómo el PRI va a conseguir meterse a la puja por la gubernatura, con tantas deserciones de militantes que están siendo cachados y nominados por otros partidos que giran bajo la órbita morenogalista.

Enrique Doger Guerrero tiene ganas, discurso, pero los cuadros priístas en los que podría apoyarse para hacer una campaña competitiva frente a Morena y el PAN lo están abandonando.

La militancia priísta percibe con realismo y preocupación que la campaña de su abanderado presidencial José Antonio Meade no levanta, ni conecta y que en Puebla eso los ancla y los pone en riesgo de ser barridos por la coalición morenogalista o la avalancha de López Obrador y su Movimiento de Regeneración Nacional.

EN CORTO

Este fin de semana trascendió que el ex diputado federal Víctor Díaz Palacios, quien ha sido delegado del CEN del PRI en varias entidades del país, se integraría al equipo de campaña del abanderado priísta a la alcaldía poblana Guillermo Deloya Cobián.

La especie es totalmente falsa. Díaz Palacios, quien fue secretario de Desarrollo Rural en el sexenio del gobernador Melquiades Morales Flores, sí tuvo una invitación para sumarse a la campaña de Deloya, pero nunca la aceptó.

Y no lo hizo por una razón: este lunes anunciará su retiro del PRI y su posible participación en un cargo de elección popular como candidato de la coalición Por México al Frente compuesta por el PAN, PRD y Movimiento Ciudadano.

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Quien tampoco vendrá a Puebla como coordinador o representante del equipo de campaña del candidato presidencial del PAN, Ricardo Anaya Cortés, es el diputado federal Juan Pablo Piña Kurczyn.

Juan Pablo Piña sí estará cerca del abanderado presidencial pero en una responsabilidad nacional, invitado por Santiago Creel Miranda, coordinador de Estrategia Electoral del CEN del PAN.

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Otro legislador que hace unos días renunció al PRI, partido por el que siempre buscó ser candidato a presidente municipal de Tepeaca y nunca tuvo la oportunidad es Sergio Salomón Céspedes Peregrina.

Salomón Céspedes anunciará en los próximos días su postulación a la alcaldía de Tepeaca, pero candidato común de cinco partidos políticos: PAN, PRD, MC, PSI y CPP.

Quien lo convenció para aceptar esta nominación fue ni más ni menos que el actual gobernador José Antonio Gali Fayad.

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Con tantos agujeros, producto de las decenas de deserciones que por todos lados tiene, será difícil que el PRI pueda aspirar ya no a ganar la gubernatura, la mayoría en el Congreso local y las presidencias municipales más importantes de la entidad, sino a mantenerse como la segunda fuerza política electoral del estado.

Si las cosas siguen como van, el PRI no sólo se verá como queso gruyere, con hoyos por todos lados, sino como un partido sin brújula y sin futuro.

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