Las vacaciones escolares en México llegaron y con ellas cientos de experiencias migrantes en los aeropuertos de nuestro país, por supuesto el de Puebla no es la excepción. Y es que miles de estudiantes mexicanos cuyos padres o familiares radican en Estados Unidos, sin documentos, viajan en esta época a estados como California, Nueva York, Chicago, Texas o Arizona y viceversa, para convivir con ellos durante algunas semanas.
También el periodo vacacional en escuelas de la unión americana es utilizado para muchos hijos de mexicanos que nacieron en Estados Unidos visiten a sus padres que, por alguna razón viven aquí, en México.
El martes pasado en el Aeropuerto Internacional de la Ciudad de México tuve la oportunidad de conocer algunas historias de familias en las que los hijos llegaban por primera vez a México con el objetivo de conocer a sus abuelos paternos, la familia y la tierra donde crecieron sus padres.
Esta familia formada por tres niños y los padres, por ejemplo, llamó mi atención pues la imagen era de la clásica familia mexicana-migrante de comunidades indígenas, los niños hablando inglés y el dialecto que sus padres les enseñaron como una lengua de familia, la madre hablando en dialecto, sólo el padre hablaba español.
Los niños se mostraban entusiasmados por conocer México pues, según comentaban en inglés, les llamaba la atención conocer a los primos, los tíos, el pueblo donde nacieron sus padres, probar la comida de la que tanto han escuchado. Claro que la única condición que papá y mamá pusieron a los niños es que se hablaría solo en la lengua del pueblo, el inglés hasta que regresaran a Queens, donde nacieron.
La experiencia de los migrantes nunca deja de sorprenderme, pues la cultura mexicana arraigada en alguno de los padres, que buscan en Estados Unidos la oportunidad para mejorar su calidad de vida, siempre prevalece y generalmente la comparte con sus hijos para que no olviden su origen, sus tradiciones, sus costumbres, su país.
También es común encontrarse con menores viajando solos en compañía de una “baby sitter” o niñera contratada en las aerolíneas para su supervisión, porque su padre o madre no tienen documentos de residente para acompañarlo, a veces, ni al aeropuerto, por temor a la “migra”.
Niños o adolescentes con doble nacionalidad (mexico-americana) y cuya familia se encuentra en México. Familias divididas por el fenómeno migrante que buscan la manera de convivir durante las vacaciones de verano en las instituciones educativas.
La experiencia opuesta
De la misma manera, llegan adolescentes a visitar a su padre mexicano ya divorciado de su madre estadunidense y que por cuestiones de exigencia legal es obligatorio que conviva con su padre durante las vacaciones de escuela. Jóvenes de nacimiento, lengua y costumbres americanas integrados a sus familias mexicanas durante algunas semanas.
Como la historia que Cloe vive dos veces al año. Cloe es nacida en Arizona, tiene 17 años, su madre es de nacionalidad norteamericana y su padre es mexicano de San Martin Texmelucan, Puebla. Y es en las vacaciones de verano y de navidad en las que visita a su familia mexicana. Experiencia que dice agradarle pues es una vida completamente diferente a la que tiene con su madre en Arizona. Aquí es una convivencia familiar permanente, con la abuela, con los primos y con su padre; allá es la mayor parte del tiempo sola pues su madre trabaja casi todo el día. Cloe pasa de la escuela a los “malls” o centros comerciales y a la convivencia con los amigos, incluyendo los fines de semana.
Las escenas en la convivencia diaria de estas familias aquí en México son similares que en las viviendas migrantes en Estados Unidos, ambientes bilingües, pláticas donde el “spanglish” predomina, donde los adultos añoran los platillos de la madre o de las abuelas y donde los niños o adolescentes empiezan a conocer la gastronomía mexicana y la educación familiar de nuestro país con sus valores y tradiciones generacionales.
Escenas que pasan de generación en generación pues, por décadas, Estados Unidos ha significado una puerta de salida para la pobreza y la falta de oportunidades de empleo en nuestro país, hasta que los migrantes deciden hacer vida permanente en la unión americana o buscan su regreso definitivo a México para sobrevivir con lo que su país les ofrece.
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