Dentro del discurso de austeridad, en el que los gobernantes deben vivir en la “justa medianía”, sin lujos ni privilegios, y en la evidente operación electoral que ha emprendido el presidente Andrés Manuel López Obrador, no existe lugar para el “familiar incómodo”, pero esto parecen no entenderlo algunos integrantes de la familia del Presidente, como su hijo José Ramón Beltrán, quien exhibe en redes sociales su vida que se contrapone al discurso de “primero los pobres” que predica su padre.
Para evitar situaciones que enturbien el discurso de austeridad y anticorrupción, el Presidente decidió enviar a sus tres hijos mayores fuera del país, una estrategia que, sin embargo, ha resultado fallida.
José Ramón, Andrés Manuel y Gonzalo Alfonso López Beltrán se convirtieron desde hace tiempo en un lastre para los objetivos de su padre, por la ambición que mostraron en sus labores políticas en la CDMX y en el Estado de México, por sus relaciones con el sector empresarial y por los excesos mostrados en sus vidas privadas.
El más grande de los hermanos, José Ramón López Beltrán, llamado en principio a ser en algún momento gobernador del Edomex, fue el primero en caer en el exilio, luego de que iniciara una relación sentimental con Carolyn Adams, una ejecutiva brasileña encargada de cabildear contratos en el sector energético para Cava Energy y antes para British Petroleum.
Son muchos los relatos y señales que demuestran la molestia que genera en López Obrador la pareja de su primogénito —y madre de su único nieto—, por los conflictos de interés que le representa su trabajo de cabildera y por la lujosa vida que demuestra en sus redes sociales al lado de su hijo José Ramón, con residencia en Houston, Texas.
Apenas este fin de semana circularon fotografías de la pareja disfrutando de unas vacaciones de Semana Santa en Aspen, Colorado, un destino considerado de súper lujo y, por supuesto, alejado de la austeridad que predica la Cuarta Transformación. Las imágenes, extraídas de una cuenta privada de Adams, despertaron la furia de Palacio Nacional, según fuentes cercanas a la familia presidencial.
Por su parte, Andrés Manuel López Beltrán, el más político de los hermanos, se resiste a dejar el país. Las fuentes aseguran que recibió la indicación para viajar, al igual que sus hermanos a otras latitudes, pero su interés por gobernar más adelante la Ciudad de México y por mantener en la actualidad el control de la política capitalina, lo llevaron a ignorar la indicación.
Más allá de los lujos, los proyectos del segundo hijo del mandatario son los más ambiciosos, al grado de que —como lo comentamos en su momento en este espacio— construye desde el gobierno de su padre una superestructura de funcionarios jóvenes que reportan primero en su escritorio, y después en el del titular del Ejecutivo.
En esa superestructura se encuentran, entre muchos otros, Carlos Torres Rosas, secretario Técnico del Gabinete; Daniel Asaf Manjarrez, coordinador de la Ayudantía de Presidencia, y Antonio Martínez Dagnino, administrador General de Grandes Contribuyentes en el SAT, que encabeza Raquel Buenrostro.
Por el contrario, el más pequeño de los López Beltrán, Gonzalo Alfonso, acató sin rebeldía las indicaciones de su padre. Siguiendo su afición al beisbol —convertido ahora por López Obrador prácticamente en deporte nacional— se fue a trabajar en la estructura del equipo de Los Gigantes de San Francisco, muy probablemente para regresar más adelante a potenciar el proyecto de las clínicas deportivas impulsadas por la 4T.
Si bien Gonzalo Alfonso no había tenido contacto con las grandes ligas de este deporte, sí se le había visto involucrado con grandes empresarios aficionados al mismo. También en este espacio, a mediados de 2019, dimos a conocer una fotografía en la que el hijo del presidente compartía el palco de honor del estadio regiomontano de los Sultanes, con los empresarios Alfonso Romo, Carlos Bremer y Carlos Slim.
Los hijos del Presidente, quienes supuestamente se alejarían de la política y el gobierno durante el sexenio, no hicieron lo uno ni lo otro, y además están boicoteando, con su estilo de vida, el discurso político de su padre.
Columna de Mario Maldonado
El Universal
Foto: Especial
cdch