Ya quisiera ver yo la reacción de México y su gobierno si la Patrulla Fronteriza de Estados Unidos tratara a los mexicanos como la Guardia Nacional y el Instituto Nacional de Migración (Inami) está manejando a los indocumentados centroamericanos y caribeños que están entrando a México con la intención de cruzar el país para llegar a Estados Unidos.
Desde luego que estaríamos indignados de ver cómo los humillan; cómo les pegan, los someten y los siguen apaleando con alevosía y ventaja. Cómo se van en contra de padres que van cargando a menores de edad.
Son escenas vomitivas que nos hacen ver a los mexicanos como unos verdaderos salvajes.
Y todo para resolverle el problema migratorio a Estados Unidos. Mejor pararlos en la frontera sur de México que ya cuando están a punto de entrar a territorio estadunidense. Mejor que militares mexicanos, vestidos del Inami y Guardia Nacional, sean los que los contengan. México haciéndole el trabajo sucio a Estados Unidos.
Dice Javier Tello que no necesariamente tendría que ser “sucio”. Que las autoridades mexicanas podrían procurar la contención de indocumentados sin la violencia que hemos atestiguado estos días. Y tiene razón. No debería ser así. Pero, como dice Jorge Castañeda, así es porque así son las autoridades de la Guardia Nacional y del Inami que existen en México. No hay otros. Y éstos, en su mayoría militares, están acostumbrados a actuar sin respetar los derechos humanos.
Insisto: imaginemos que así trataran a nuestros paisanos mexicanos quienes intentan cruzar a Estados Unidos sin documentos.
No hay que imaginarlo mucho porque ocurre con frecuencia.
Alejandro González Iñárritu produjo la instalación Carne y arena, donde una persona podía experimentar el paso por el desierto de México a Estados Unidos. Seis minutos de adrenalina donde uno podía sentir el miedo de la persecución de la Patrulla Fronteriza y sus mastines entrenados para detener a indocumentados. Una realidad virtual feroz que nos obligaba a ponernos en los zapatos de aquellos que no tienen papeles, pero quieren migrar para salvar sus vidas y/o mejorar su situación económica.
Yo tuve la oportunidad de hacerlo cuando Carne y arena estuvo aquí en el Centro Cultural Universitario Tlatelolco. No se puede describir con palabras el miedo que uno siente y eso que, en el fondo, se sabe que se trata de una realidad virtual.
Bueno, pues González Iñárritu podría hacer la secuela de Carne y arena que bien podría titularse “Carne y selva”. Recreando el cruce de salvadoreños, hondureños, cubanos o haitianos hacia México por las inmediaciones de Tapachula. Ver cómo se vienen de frente la Guardia Nacional y los gorditos del Inami, siempre dispuestos a entrarle a la golpiza, sobre todo pateando a aquellos que ya están en el suelo sometidos. En el trasfondo, el lloro de niños hambrientos, sedientos, muertos de miedo.
Este gobierno, el de López Obrador, comenzó su gestión con una visión humanitaria del tema. Pretendió, y así lo anunció, dejar pasar sin problemas a los indocumentados con el fin de que cruzaran México rumbo a Estados Unidos. Pero el presidente Trump se enfureció y AMLO tuvo que recular. Hoy, como muchas cosas en México, el asunto se ha militarizado.
Retomo lo que dijo hace un par de días a El País el primer comisionado del Inami de este gobierno, un gran experto en migración, Tonatiuh Guillén:
“La inercia que vemos hereda la interiorización institucional de los acuerdos de contención establecidos con el gobierno de Trump. Interiorizamos ese acuerdo y sus lineamientos, cosa que se expresa en dos medidas. La primera, que la ley de la Guardia Nacional le diera atribuciones de control migratorio a la corporación. Y, como sabemos, la Guardia Nacional es un aparato militar, cosa que el Presidente mismo ha dicho. Y, segunda, que el Inami fue permeado por militares […] El Inami y la Guardia actúan pensando que enfrente tienen un enemigo. Es parte de los costos de interiorizar una política de contención y materializarla en el aparato de la Guardia Nacional y la militarización del Inami. El instituto se llenó de personal militar o exmilitar y la coordinación con la Secretaría de la Defensa es muy estrecha. Estas son las consecuencias. Y los costos los pagan personas muy vulnerables”.
El sueño de Trump, militares conteniendo a migrantes, hecho realidad en México. Vergonzoso para un gobierno que hipócritamente se presume como humanista. Una infamia para la nación mexicana que tanto ha sufrido en carne propia la violencia a migrantes indocumentados.
Columna de Leo Zuckermann
Excélsior
Foto ArchivoM
vab