La marcha en defensa del INE ya resultó un éxito al margen de la cantidad de personas que convoque cada una de ellas.
Lo es por las siguientes razones.
La primera es porque consiguió que la oposición y una parte relevante de la sociedad civil coincidieran en la necesidad de preservar la autonomía e independencia del árbitro electoral.
La segunda es porque ha elevado el costo de que algún partido político, especialmente el PRI, respalde la iniciativa del presidente López Obrador.
La tercera es porque, al convertirse en el tema recurrente de las conferencias mañaneras y propiciar un rosario de insultos del presidente de la República, se convirtió en uno de los principales temas de la agenda nacional.
Veamos en detalle cada uno de los puntos.
La creación de un árbitro electoral autónomo, en cierta medida, marca el inicio de la democracia moderna en México.
Las elecciones al estilo priista, organizadas por la Secretaría de Gobernación, aseguraban la parcialidad.
La creación del entonces IFE primero y luego el haberle otorgado una autonomía constitucional al establecer un Consejo Ciudadano como la máxima autoridad del Instituto, fueron el recurso principal para establecer la legitimidad de las elecciones en México.
Nombrar a los consejeros mediante el voto directo en las actuales circunstancias, y en los términos que pretende la reforma propuesta, es regresar a la conformación de un árbitro electoral parcial que permita la permanencia de Morena en la presidencia.
Por otro lado, realizar una reforma electoral constitucional a menos de un año de que comience el proceso electoral federal del 2024 es crear el riesgo de una crisis política de gran envergadura en el país, que no solo tendría consecuencias en el ámbito electoral sino también en lo económico y social.
La marcha, como expresión del rechazo a la propuesta oficial, ha puesto todos esos elementos sobre la mesa.
La segunda razón del éxito que ya es tiene que ver con las dificultades que tendrán muchos priistas para repetir el numerito de la reforma en materia de seguridad pública y Fuerzas Armadas.
Incluso en la Cámara de Diputados les resultaría hoy muy difícil a Alito Moreno y a Rubén Moreira reunir los votos necesarios para sacar adelante una reforma constitucional.
Pero, aún si lo consiguieran en esta ocasión, se ve a contracorriente que los senadores priistas los respaldaran.
Y peor aún, debido a la ofensiva de una fracción de Morena en contra del senador Ricardo Monreal, es probable incluso que tuviera también el rechazo de algunos morenistas o de sus aliados.
Si no se hubiera puesto sobre la mesa el significado de esa pretendida reforma constitucional, tal vez hubiera sido más fácil sumar los votos.
Hoy, los partidos están en el escaparate.
Los propios legisladores de Morena lo perciben y por esa razón ya patearon la discusión de la posible reforma hasta diciembre… si es que finalmente no deciden retirarla.
La tercera razón del éxito de la marcha la dio el presidente de la República.
En pocas ocasiones se la ha visto tan irritado como en ésta. No bastó con descalificar a los organizadores, sino que les endilgó una sarta de calificativos y se siguió con los posibles asistentes, llegando al insulto.
Aquí opera el viejo dicho: el que se enoja pierde.
Tal vez guste a las galerías de morenistas que están en el extremo ver de esa manera a López Obrador, pero me parece que incluso algunos de sus partidarios rechazan esa manera de comportarse.
El presidente todavía intentó un recurso para descalificar: pedir a la Jefa de Gobierno eliminar el mobiliario urbano del Zócalo para inducir a la marcha a llegar hasta allá, pese a que se convocó para concluir en el Monumento a la Revolución.
Ya imaginaba la proyección de imágenes en la ‘mañanera’. Por un lado, la concentración de 2005 para protestar contra el desafuero de AMLO y la de la marcha del día de hoy.
Por todas estas razones, me parece que más allá del número de personas que asista a las marchas de hoy en numerosas ciudades, éstas ya son un éxito.
Pero, eso no significa que el INE autónomo e independiente ya esté seguro.
Creo que ante la evidencia de que será muy difícil sacar adelante la reforma constitucional, le quedan al presidente dos caminos.
El primero es buscar que se apruebe una reforma legal, aunque contravenga la constitución, como lo hizo en el caso de la Guardia Nacional o de la Ley de la Industria Eléctrica. El propósito es que mientras llega a la Corte la controversia, de facto los cambios legales operen. Tiene su riesgo hacerlo, pero no es imposible en materia electoral.
La otra opción es capturar el Consejo General del INE a partir de abril del 2023, seleccionando cuatro consejeros a modo, incluyendo el presidente del Instituto.
Tampoco será sencillo, pero se puede pues Morena puede controlar la formación del Comité de Selección en la Cámara de Diputados.
La otra posibilidad es simplemente no convocar al proceso de renovación de los consejeros para dejar vacantes 4 asientos.
Es decir, aunque la marcha sea un éxito y se frene la reforma constitucional, todavía hay mucho trabajo por hacer para defender al INE.
Columna de Enrique Quintana
Foto: Especial
cdch