Petricor
Según los expertos, y les creo, una de las palabras más bellas de la lengua española es petricor. Pero la Real Academia Española no la registra. Significa: “Olor a lluvia”. Más específicamente el agradable aroma de la lluvia al caer sobre tierra seca.
Es el aroma de la 4T. AMLO ha generado una lluvia de esperanza que, a mí y a millones, nos llena de optimismo. Y es que el suelo de la política en México estaba tan seco por el clima de corrupción que nos ahogaba.
Andrés Manuel López Obrador nos ha ilusionado con la posibilidad de un futuro realmente de justicia y dignidad para el pueblo siempre pisoteado por tantos intereses mafiosos. Para que siga lloviendo esperanza hace falta un gobierno que consolide a la 4T. Solo puede ser el de Claudia Sheinbaum, tan agredida en estos momentos. Es mi convicción. Ojalá la politiquería no destruya a la única mujer con posibilidades reales de llegar a la presidencia de nuestra nación.
Ella, ni nadie en la 4T, necesita del famoso Plan B electoral para ganar las elecciones de 2024. El que lo necesita es el país porque el INE ya resulta excesivamente costoso. Ha cumplido su misión, sin duda, pero se transformó en un infierno de derroche. Le urgía un poco de la lluvia de la austeridad para refrescarse. El agua limpia llegó con las reformas a la legislación que regula las elecciones. Ojalá no sean consideradas inconstitucionales en la SCJN: ya debemos y podemos ser capaces de poder hacer lo mismo —y hacerlo mejor— con menos.
La etimología de ministro y ministra
Hombres cultos, mujeres cultas, los ministros y las ministras de la Suprema Corte de Justicia de la Nación habrán leído el libro Palabralogía. Un apasionante viaje por el origen de las palabras de Virgilio Ortega Pérez, este hombre un editor de primer nivel. Cito su biografía: “Estudió en las universidades de Salamanca y Barcelona, donde se licenció en filosofía y letras. Ha sido director editorial durante más de cuarenta años, en Salvat, Ediciones Orbis, Plaza & Janés y, sobre todo, en Planeta DeAgostini. Como editor, ha publicado más de cinco mil libros, así como varios miles de vídeos y de discos”.
¿Cuál es el significado original de la palabra ministro —o ministra—? Responde Palabralogía:
“El ministro es ahora una de las personas más importantes del país, pero lo cierto es que la etimología de esta palabra, del latín minister, relacionada con la palabra minus, significa ‘menos’. Ministro, por tanto, venía a significar sirviente, un esclavo de los criados, la persona que menos sabía de todas. Fíjate qué cambio, de ser el que menos sabía de algo a ser el primero de los mandamases”.
VIRGILIO ORTEGA PÉREZ
En efecto, ministro deriva del latín minister, que significa sirviente o criado. Lógicamente ministra sería sirvienta o criada.
¿Y cuál es el origen de la palabra sirviente? Un sitio de etimologías chileno afirma que viene del latín servientis y significa ‘el que sirve’.
Si ministros y ministras no son capaces de poner su sabiduría jurídica al servicio de la gente, entonces no servirán para nada, o para nada útil. Espero que no sea así, no en el fundamental debate que viene.
Ministros y ministras de la SCJN son, en realidad —o deberían serlo— jueces y juezas, esto es quienes indican o dicen el derecho. Muy bien, eso afirma la etimología, pero ¿qué carajos es el derecho? Bien entendida esta palabra significa “lo correcto”.
¿Qué es lo correcto? En su origen, lo que no tiene errores.
¿No tiene errores la Constitución Política de los Estados Unidos Mexicanos? ¿No tienen errores las otras leyes? ¿No tienen errores los libros de derecho que estudiaron ministros y ministras? ¿No tienen errores las sentencias del llamado alto tribunal?
Como tanto los libros de derecho como las leyes y las sentencias de la corte suprema pueden ser interpretadas, entonces cabe decir que tienen muchos errores o, al menos, que han sido tan mal redactadas que confunden incluso a gente sabia como la de la SCJN.
Un día, hace muchos años, estuve en la biblioteca de un jurista prestigiado. Necesitaba entender un juicio que pudo haberle costado muy caro a Milenio cuando este periódico apenas nacía. El erudito abogado después de escucharme, me dijo: “Mire usted, la mitad de estos libros le dan la razón a Milenio; la otra a quienes demandan al periódico. ¿Comprende ahora lo difícil que es el trabajo de un juez?”. Como en un tribunal colegiado se nos estaba jugando chueco, o eso concluí después de hablar con tres muy poco amables y hasta majaderos magistrados, pensé: “Estos magistrados pareciera que solo han leído los libros que nos perjudican. Ojalá nuestro litigante sea capaz de convencerlos de leer también los otros, los que nos benefician”.
El Plan B
Viene un debate muy interesante y trascedente en la corte suprema: el del Plan B electoral. La oposición —y buena parte de la comentocracia— desea que la corte diga que son inconstitucionales las recientes reformas a la legislación electoral, que en mi opinión son positivas porque buscan abaratar algo que se convirtió en carísimo para el pueblo de México, la operación del INE.
Hay presiones mediáticas para obligar a la corte suprema a decidir contra el Plan B. Cito una de hoy, la columna del seudónimo Alejo Sánchez Cano, quien publica artículos diariamente en El Financiero:
“Prueba de fuego para la Suprema Corte. La Suprema Corte tiene 90 días para pronunciarse antes del proceso electoral, es decir, deberá resolver a más tardar en el mes de junio de este año. Veremos el trabajo de la ministra presidenta de la Suprema Corte de Justicia de la Nación, Norma Piña Hernández, ante las acciones de inconstitucionalidad promovidas por separado, por el PAN, PRI y PRD para impugnar el plan b de la reforma electoral del presidente López Obrador, que aprobaron los legisladores de Morena y rémoras y que a todas luces viola varios preceptos constitucionales”.
Ese comentario coincide con los de Héctor Aguilar Camín en Milenio y de él mismo y otros analistas en Nexos.
Claramente lo que se busca es obligar a la ministra presidenta a que convenza al resto de ministros y ministras para votar contra un proyecto legislativo que defiende Andrés Manuel López Obrador.
No tengo la menor idea acerca de qué va decidir la corte cuando debata el Plan B electoral. Ya sabremos si ministros y ministras leyeron la mitad de los libros de sus bibliotecas que dan al razón a la 4T o si se educaron en las obras de la otra mitad de los estantes, los que favorecen al PRI, al PAN y al PRD.
Lo que sea, creo que hay un error en la comentocracia al poner sus esperanzas de una votación contra la 4T basados en el hecho de que la ministra presidenta ha sido la que menos ha apoyado en la corte los proyectos que interesan a AMLO. Se le presiona de más, sin duda. Me parece que tales opiniones parten de un olvido: el de ella será solo un voto entre once, solo uno.
Por cierto, la ministra presidenta acaba de perder una votación, la que —cito a La Jornada— “avaló la constitucionalidad de la Ley Nacional del Registro de Detenciones”.
No tengo la menor idea acerca de si esa ley a AMLO le importaba mucho, le importaba poco o le valía gorro. Lo cierto es que la SCJN consideró perfectamente válido que las fuerzas armadas, cuando arresten a alguien, lo inscriban directamente en el Registro Nacional de Detenciones sin necesidad de que avisen a la policía.
Lo relevante es que la constitucionalidad fue aprobada por mayoría de 8 votos. En contra solo votaron la ministra presidenta, Norma Lucía Piña Hernández y los ministros Luis María Aguilar Morales y Alberto Pérez Dayán.
Tener la mayoría no significa tener la razón, o no necesariamente. El hecho es que Piña, Aguilar y Dayán —tres juristas de primera línea— pudieron haber estado en lo cierto al rechazar la constitucionalidad de la Ley Nacional del Registro de Detenciones, pero ni hablar, perdieron la votación. Así es esto de la democracia.
Todos y todas en la SCJN son juristas entregados a la sabiduría del derecho. Ministros y ministras han leído todos los libros. Y estudiado a fondo la misma Constitución, la de México. ¿Por qué difieren en las interpretaciones? Obviamente, por deficiencias en la ciencia del derecho. En realidad, no sé si sea una ciencia, pero en caso de serlo carece del rigor aportado por las matemáticas, por ejemplo a la física.
En fin, el Plan B electoral lo analizará la corte sin la ayuda del instrumental matemático, así que ministros y ministras decidirán en función de lo que han leído y estudiado, o de lo que recuerden de tantas lecturas y análisis que deben haber hecho.
Ojalá en el Plan B electoral quienes integran la corte recuerden la etimología de la palabra ministro: sirviente. Y sirvan a la nación, no a intereses políticos que nunca son ejemplares. Conste, en mi opinión deben votar a favor de las reformas, pero no tengo el monopolio de la verdad, así que puedo estar equivocado. Lo que decida la SCJN será lo correcto, sin duda. Yo solo expreso mi preferencia.
Columna de Federico Arreola en SDP Noticias
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