Viernes, 3 de Noviembre de 2023 09:08 | Municipios Puebla

Fanatismo, el problema

Para el gran escritor judío Amos Oz, ya difunto, es obsoleto preguntar si se está con Israel o con Palestina. La pregunta, dice, es si se está con la paz o se está con la guerra

Mientras haya tolerancia al fanatismo, no hay salida.

Inexcusable el terrorismo de Hamás y el del gobierno de Netanyahu

Inexcusable el secretario de Estado Antony Blinken que alienta a Israel a continuar la masacre que mata 420 niños al día en Gaza.

Para el gran escritor judío Amos Oz, ya difunto, es obsoleto preguntar si se está con Israel o con Palestina.

La pregunta, dice, es si se está con la paz o se está con la guerra.

Y la paz consiste en dos Estados soberanos, con plenos derechos como naciones independientes. Y centrar los esfuerzos internacionales en aislar a los fanáticos.

Dejo estos párrafos del escritor nacido en Jerusalén, tomados de sus conferencias contra el fanatismo y de un libro suyo, maravilloso, Una historia de amor y oscuridad (ambos de editorial Siruela).

“Los palestinos están en Palestina porque es la patria, la única patria, del pueblo palestino; de la misma forma que Holanda es la patria de los holandeses o Suecia la de los suecos. Los judíos israelíes están en Israel porque no hay otro país en el mundo al que los judíos, como pueblo, como nación, puedan llamar en ningún caso hogar. Sí como individuos, pero no como pueblo ni como nación. Los palestinos han intentado a regañadientes vivir en otros países árabes. Fueron rechazados, a veces humillados y perseguidos incluso por la supuesta familia árabe...”.

“Curiosamente, el pueblo judío ha tenido una experiencia histórica paralela a la del pueblo palestino. Los judíos fueron expulsados de Europa a patadas; mis padres fueron prácticamente expulsados a patadas de Europa hace unos setenta años. Igual que se expulsó a patadas a los palestinos primero de Palestina y luego de los países árabes”.

La salida, apunta el notable escritor judío, está en que “Israel debe volver a su propuesta inicial de 1948, e incluso a la anterior a dicha fecha, desde el principio: dar reconocimiento por reconocimiento, estabilidad por estabilidad, independencia por independencia, seguridad por seguridad. Por su parte, la Autoridad Palestina debe dirigirse a su propio pueblo y proferir, por fin, alto y claro, algo que nunca ha logrado proferir, concretamente que Israel no es un accidente histórico, que Israel no es una intrusión, sino la patria de los judíos israelíes, por muy doloroso que ello sea para los palestinos. Igual que nosotros, los judíos israelíes, debemos decir alto y claro que Palestina es la patria del pueblo palestino, por muy molesto que nos resulte”.

No es una utopía, sino la única salida posible a un conflicto inmobiliario: de quién es la tierra. Una solución práctica a una situación de hecho, sin consideraciones religiosas.

Y antes que nada, “más urgente que la cuestión de las fronteras, más urgente que la disputa por los santos lugares, más urgente que cualquier otra cuestión es qué hacer con la tragedia de los refugiados palestinos de 1948. De esa gente que perdió su hogar, y que en algunos casos perdió su patria, lo perdió todo, durante la guerra de Independencia de Israel de 1948″.

Inspirado en el modelo del divorcio pacífico entre checos y eslovacos, Amos Oz concluye que “no hay alternativa a la solución de los dos Estados, la de Israel como Estado vecino de Palestina”.

La solución se complica por “la vieja lucha entre el fanatismo y el pragmatismo. Entre el fanatismo y la tolerancia”.

Amos Oz conoce muy bien a los fanáticos.

Dice que “jamás he visto en mi vida a un fanático con sentido del humor. Con frecuencia los fanáticos son muy sarcásticos y algunos tienen un sentido del sarcasmo muy afilado, pero nada de humor”… “Creo que el síndrome del siglo XXI es el choque entre los fanáticos de todos los colores y el resto de todos nosotros”.

¿Sí o no los conoce?

(Nos reencontramos lunes, miércoles y viernes con esta columna y notas desde Argentina: las elecciones que harán historia).

 

El Financiero

Columna de Hugo Hiriart

Foto: Especial

cdch