Atlixco, Pue.- “El panteón no necesariamente debe ser un lugar triste”, respondió una mujer atlisquense mientras sostiene con una mano un plato de unicel con mole, frijoles y tortillas.
Y con la otra, ayudada con el dedo índice, marca el ritmo de la cumbia escuchándose a todo volumen en su bocina negra y redonda.
La familia visitó en su tumba a la mamá para unos, y abuela para otros.
Aunque ciertamente no es la aglomeración y el apretadero de personas de las décadas anteriores adentro y en los alrededores de ese camposanto, tampoco este 2 de noviembre es un lugar frío.
Los mariachis, tríos, las cervezas, la comida y las referidas bocinas juegan su papel para darle un sentimiento distinto al cementerio. Las vibras desde luego son distintas, como cada año.
Cálculos oficiales indican la llegada de más de siete mil personas sólo este sábado. A esas se suman los visitantes a la catrina instalada a unos metros de la entrada principal y las decenas de comerciantes ambulantes -la mayoría de flores y comida-.
En el campo santo hubo de todo, pero en especial, se respiraban recuerdos y amor
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clh