Hay razones sobradas de alarma o alerta, como se quiera calificar, por el arribo de Donald Trump y su coalición MAGA al poder del gobierno y del Congreso. No es para desdeñarse. Quienes más debieran estar atentos son quienes gobiernan a México, porque Trump al igual que los de Morena a partir de un resultado mayoritario, presumen representar a la totalidad y su propuesta no es para gobernar, a lo que tienen derecho, sino a cambiar las reglas del juego a grado tal que ponen en entredicho a la democracia.
Morena hizo campaña a partir de iniciativa de reforma constitucional que el presidente López Obrador presentó en febrero. Es difícil que el voto de la mayoría haya avalado en su totalidad el contenido de un proyecto legislativo complejo, diverso y difícil de entender en sus efectos. Además, el voto mayoritario en el Congreso, poco más de la mitad, se transformó por una desproporcionada mayoría a partir de una interpretación opinable en la asignación de diputados y de la torpeza monumental de la oposición de desentenderse de la contienda distrital. No debe soslayarse que no se ganó en votos la mayoría calificada el Senado, sino con el empleo de las peores prácticas.
Coinciden Morena y Donald Trump en invocar el mandato del pueblo para emprender políticas radicales. En el caso de Morena para cambiar al régimen democrático, Trump pretende lo mismo, pero con las limitaciones propias del régimen político norteamericano. Por lo pronto si se trata del mandato, el triunfo le autoriza para deportar a millones de migrantes ilegales, imponer tarifas a las importaciones de otros países, actuar militarmente contra los grupos criminales en México, incluso también ante lo que él califica como enemigos internos.
Los mexicanos tenemos una larga historia de fracasos y derrotas, quizás por eso somos proclives a la negación de la realidad y a asumirla con más optimismo del que merece. Por eso calificamos como uno de los pueblos que se sienten más feliz a pesar de la violencia, la desigualdad, el mal gobierno y el colapso de los sistemas de salud y de educación. Quizás por eso ha habido malos gobiernos, corrupción y cinismo. Una sociedad que exige poco merece de sus autoridades y representantes lo mismo o menos.
¿Por qué debemos ver con optimismo el futuro con Trump en la presidencia? Se entiende que lo diga Marcelo Ebrard, que nada bien le fue a México en sus acuerdos con el vecino y que repetidamente recuerda la humillación de la que fue objeto el país. La presidenta Sheinbaum está en lo suyo y dar tranquilidad es lo obligado. El problema no es lo que se dice, sino la realidad y si Morena ha hecho todo a partir del mandato democrático, por qué esperar que no lo haga el presidente que fue electo haciendo de México y los mexicanos el pushing bag. Lo que vale para Morena, vale para Trump, lamentablemente y, por lo mismo, hay que estar preparado para mucho.
En esa misma querencia de que las cosas van a evolucionar para bien muchos pensaron que la renovación de la presidencia y del Congreso darían término al exceso, la polarización y a la intolerancia que incubó el presidente López Obrador. Ha pasado poco más de un mes y hay sobrada evidencia que hay y habrá más de lo mismo, a pesar de que la situación del país es crítica y que la reconciliación no sólo es aconsejable por razones de buen corazón, sino para alertar al país respecto a sus dos grandes amenazas: Trump y el crimen organizado. En este caso el optimismo sobre el porvenir se vuelve trampa y argumento.
Enrique Krauze hace referencia a las dos grandes tragedias respecto al exterior acontecidas a mediados del siglo XIX. La pérdida de la mitad del territorio nacional y la intervención francesa que mucha sangre costó a los mexicanos. Nos recuerda como causa la falta de unidad de los mexicanos. Pero no aprendemos. Las palabras de Marko Cortez dirigente del PAN recriminando a la presidenta Sheinbaum por su manejo de Trump revela que no entiende lo que está de por medio. Era ocasión justa para invitarle a que actuara como jefa de Estado y que el principal partido de oposición estaría apoyándola en la relación con el futuro gobierno norteamericano. Dejar en claro que cuando se trata del país no hay división que valga. Lamentablemente ni de un lado ni del otro hay visión, entrega y comprensión del valor de la unidad.
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Columna de Federico Berrueto en SDP Noticias
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