La investigación sobre la masacre de Camargo dio un vuelco el martes pasado. En conferencia de prensa, el fiscal general de Tamaulipas, Irving Barrios, anunció la detención de 12 policÃas estatales por su presunta participación en el asesinato de 19 personas, cuyos cadáveres fueron hallados calcinados hace dos semanas.
La Casa Blanca de Cancún Por riesgo de fuga, dictan prisión preventiva contra Alonso AnciraEstos elementos pertenecÃan, según información que ha proporcionado la propia fiscalÃa, a un cuerpo de élite de la policÃa estatal, conocido como Grupo de Operaciones Especiales (GOPES), creado en 2020.
Las posibles complicidades oficiales en la masacre no terminan allÃ. A raÃz de la investigación, ocho funcionarios del Instituto Nacional de Migración fueron cesados, ya que, al parecer, habrÃan retenido ilegalmente la camioneta donde se encontraron los cadáveres un mes antes de ocurridos los hechos. Se sigue dilucidando lo que pasó entre ese momento y la masacre.
Falta ver el resultado de las investigaciones sobre estos hechos, pero van de manera preliminar algunos comentarios:
1. Esto parece confirmar lo que varios colegas han señalado desde hace años: en muchas regiones del paÃs, no hay una frontera entre Estado y delincuencia. No es que las policÃas estén infiltradas o cooptadas por bandas criminales, sino que, en la práctica, muchas (o segmentos importantes a su interior) operan como un grupo armado más, en disputa con otros para controlar diversas fuentes de ingreso ilegal.
2. Lo sucedido en Camargo es una prueba más de que el llamado mando único no garantiza la integridad de las corporaciones policiales. Hace casi una década, el gobierno de Tamaulipas tomó la decisión radical de eliminar a sus policÃas municipales, alegando que estaban coludidas con las bandas de la delincuencia organizada. Casi diez años después, la policÃa estatal se ve envuelta en acusaciones gravÃsimas de violencia extrema y participación en mercados ilÃcitos. La ubicación administrativa del mando policial no era, a todas luces, el origen del problema.
3. El problema más grave de las policÃas en México, en todos los niveles de gobierno, es el déficit de rendición de cuentas. Los controles internos son debiluchos y la supervisión externa es casi inexistente. Salvo excepciones, las unidades de asuntos internos de las policÃas sirven más para sancionar pequeñas faltas disciplinarias (el policÃa que llegó sin uniforme, por ejemplo) que los casos graves de corrupción y abuso policial. Además, casi ninguna está apalancada en mecanismos robustos de supervisión externa: no hay, salvo contadÃsimas excepciones, auditores policiales o comisiones de quejas o algún otro instrumento de control civil. Y de la supervisión legislativa, ni hablamos. En esas circunstancias, lo raro no es que sucedan hechos como los de Camargo, sino que no sucedan más seguido.
4. En muchas policÃas del paÃs, hay una apuesta por grupos especiales y cuerpos de élite. El argumento es que, para combatir a la delincuencia organizada, se requieren unidades especiales, con enfoque militarizado, operando fuera de la estructura formal de mando y con pocos controles. Puede o no estar justificada la creación de un grupo de esa naturaleza, pero, en ausencia de controles robustos, el potencial de abuso es gigante. Y hay muchos casos en el paÃs de cuerpos de presunta élite que acaban envueltos en escándalos de corrupción y violaciones de derechos humanos.
En resumen, lo sucedido en Camargo es una muestra más de la urgente necesidad de una reforma policial a fondo en el paÃs. Estos hechos van a seguir sucediendo mientras no se cierre el déficit de rendición de cuentas en las policÃas.
Una policÃa que no es vigilada y controlada es una policÃa que acaba como un grupo armado más.
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Columna de Alejandro Hope
El Universal
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Foto: Especial
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