Emilio Lozoya Austin, exdirector general de PEMEX, símbolo de la corrupción y del conflicto de interés por antonomasia, artífice de una de las maniobras de corrupción más escandalosasde los últimos años, actor de primer orden en la versión mexicana de la operación de Odebrecht, responsable del desvío de fondos públicos para la aprobación de la reforma energética de 2013 y operador del dinero supuestamente entregado a Ricardo Anaya para comprar su voto en la Cámara de Diputados, pasea libremente y disfruta de las placeres que ofrece la Ciudad de México.
Las imágenes de Lozoya en un restaurante de cocina china en Las Lomas Virreyes han puesto nuevamente de manifiesto la corrupción y la ineficacia del sistema de justicia mexicano.
Mientras el presidente Andrés Manuel López Obrador (AMLO) dedica recursos del Estado mexicano para una supuesta persecución de delitos del pasado cometidos por personajes destacados de administraciones anteriores, el verdadero villano -Lozoya- se campea impunemente en la capital de la país ante la incredulidad de los medios de comunicación.
¿Dónde ha quedado la credibilidad de AMLO como jefe del Estado mexicano auto erigido en adalid del combate contra la corrupción? ¿Qué decir de la Fiscalía General de la República (FGR)? ¿Qué será del legado del primer fiscal general, Alejandro Gertz Manero, ante la desvergüenza desmedida de un criminal confeso que goza de los privilegios económicos que apenas un puñado de mexicanos afortunados puede darse?
¿Cómo puede la autoproclamada Cuarta Transformación presentarse ante la sociedad mexicana como un motor de cambio y renovación moral cuando el impresentable Lozoya goza de la impunidad judicial que ha dañado como un cáncer a lo largo de la historia de México? ¿Cómo puede el pueblo de México creer en un fracasado proyecto político que no ha conducido más que a la exacerbación de las problemáticas estructurales y que es el reflejo mismo del pacto de impunidad entre el presidente AMLO y sus antecesores?
Personajes de la oposición como Marko Cortés han señalado -quizá no desprovistos de razón- que la impunidad otorgada a Lozoya, responde a un pacto alcanzado entre la presente administración y el susodicho para el lanzamiento de acusaciones en contra de opositores al régimen.
La imagen de Lozoya representa una vergüenza para el pueblo de México. Basta ya de consultas públicas costosas e innecesarias que conducen a nada, y exijamos al presidente AMLO, al fiscal Gertz Manero y a todo el sistema de justicia mexicano, que cumplan con su deber constitucional y con la promesa que hicieron al pueblo de México.