Si tiene suficiente edad, tal vez se acordará de que, en la última parte del sexenio de Miguel de la Madrid, con los pactos para detener la inflación, diversos productos tenían en sus etiquetas la leyenda ‘Precio Pacto’.
Tal vez ahora lo que tengamos próximamente sea una etiqueta que diga ‘Precio Bienestar’ o, ¿por qué no?, ‘Precio-AMLO’.
Desde hace algunas semanas el gobierno se acercó a grandes empresas privadas y les ha dicho que está poniendo mucho dinero para evitar que la inflación suba mientras que el sector privado no está haciendo el esfuerzo que debiera.
La referencia es que tan solo por el subsidio a las gasolinas se estima que haya una pérdida de 400 mil millones de pesos en los ingresos públicos este año.
Lo que el presidente quiere, aparentemente porque es algo que todavía no se termina de negociar, es que haya un paquete de productos básicos que tengan un ‘precio parejo’ en todo el país.
El secretario de Agricultura, Víctor Villalobos, señaló que espera que los alimentos que se incluyan estén 20 por ciento en promedio por debajo de los precios actuales.
Me parece que, como otras medidas que ha tomado este gobierno, el efecto de este anuncio le apunta más a la narrativa política que al bienestar de las familias.
Lo que se conoce de la estrategia que se pretende plantear es que habrá una selección de un grupo de productos fundamentalmente alimenticios –se habla de 24– que conformarán una canasta básica y respecto a la cual habrá de venderse a un precio acordado con productores y distribuidores en toda la República.
Además, se pretende que no haya incrementos de esta canasta por este año.
El gobierno pretende aprovechar la elevada concentración de diversos mercados para tratar de fijar precios y conseguir que el resto de los productores y distribuidores sigan el ejemplo de aquellos con los que se establezca el acuerdo.
Pero, ¿será suficiente para contener la inflación? Lo dudo.
El Consejo Nacional de Evaluación de la Política Social (Coneval) define las líneas de pobreza en México a partir de los precios de 46 alimentos y 12 productos o servicios no alimenticios.
La canasta básica alimentaria tiene hoy un costo en las áreas urbanas de mil 974 pesos al mes, mientras que la canasta no alimentaria vale 4 mil 42 pesos.
Aun si hubiera éxito y se contuviera el incremento de los precios en la parte alimentaria, lo que tampoco está claro, no entrarían en ese grupo alrededor de 67 por ciento de los gastos de la canasta básica.
Por ello, el impacto sobre la inflación sería menor.
Si el indicador del éxito del programa es que baje la inflación, me temo que no habrá buenos resultados, de acuerdo con las mediciones que realice el Inegi.
Pero, no se preocupe porque siempre habrá ‘otros datos’ para demostrar que sí funcionó.
Las empresas convocadas saben que un acuerdo con el gobierno implica para él una deuda con las compañías, lo que en estos tiempos es muy apreciable.
Por eso no dude usted que van a aceptar que algunos productos de su portafolio queden a precio reducido y sean parte del programa.
La realidad es que la inflación no se va a detener con un programa así. No tiene el alcance ni la trascendencia que tuvieron los pactos de hace más de 30 años.
Pero, además, la economía ya es otra el día de hoy.
El gobierno haría un trabajo mucho más efectivo si canalizara subsidios focalizados a los segmentos más pobres, sea en efectivo o en especie, en lugar de gastarse una millonada impidiendo que suba más la gasolina.
Pero, claro, quizás ese esquema no sea tan atractivo políticamente como el que nos van a ofrecer el miércoles próximo.
Así que no se extrañe si próximamente vemos etiquetas con los nuevos ‘Precios AMLO’.
Columna Coordenadas de Enrique Quintana en El Financiero
Fotografía archivom
clh
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