AMLO cree firmemente en su transformación. Quizá derivado de su narcicismo y megalomanía política, el presidente mexicano confía que su proyecto es moralmente superior y que debe permanecer en el tiempo. Por ello, tras largos años de lucha, tanto como opositor como mandatario, no estará dispuesto en dejar su legado en manos de un sucesor que no goce de su confianza y que haya demostrado su lealtad; lealtad al caudillo, y desde luego, a los ideales del movimiento.
El lunes ya voy a dar un posicionamiento formal: SheinbaumFernández Noroña también va por la candidatura de Morena a la presidenciaPor ello, un gran número de analistas políticos, a la luz de la historia de México y de la biografía política de AMLO, suscriben la idea de que la encuesta dirigida a nominar a candidato de Morena no es más que una farsa cuyo objetivo es legitimar el dedazo del presidente, es decir, la selección unipersonal, por parte del tabasqueño, de quien encabezará la alianza oficialista en 2024.
Sin embargo, aún hay algunos que creen en los supuestos ideales democráticos del presidente, no obstante los claros signos de que AMLO, como los priistas de pura cepa de los años previos a la transición de 2000, no cree en la democracia, sino en el dominio moral de un caudillo cuya principal responsabilidad es guiar los destinos del país según sus propios designios y principios morales.
En este contexto, he recordado la entrevista que ofreció Carlos Salinas de Gortari a Jorge Ramos en 2008. El periodista, con el ánimo claro de provocar al expresidente, le cuestiona la caída del sistema de 1994 y la nominación de Ernesto Zedillo como candidato del PRI a la presidencia. Enseguida, Salinas, ante las acusaciones implícitas de Ramos, le responde que la elección del candidato del partido se realizó – y realizaba siempre - mediante un “consenso” entre las fuerzas del partido y la voluntad del presidente de la República.
En otras palabras, Salinas hizo alusión a una aparente legitimidad democrática en el seno del partido. Sin embargo, es bien sabido que el jefe del Estado, en tanto que líder del partido, nombraba al candidato mediante el “dedazo”; un dedazo, empero, revestido de un cantado diálogo democrático en el seno del PRI.
A imagen y semejanza del PRI de antaño AMLO lo replica. Bajo ropajes democráticos, el líder moral de Morena presume una encuesta mediante la cual, según nos asegura el presidente, será electo el candidato del partido oficial. Nada más lejano de la verdad, especulamos. Por el contrario, fiel a sus raigambres priistas, a su firme creencia en la 4T y a su propia historia política, el tabasqueño impondrá su voluntad y seleccionará a un candidato que asegure la continuidad de lo que él llama su “transformación”.
La bendecida de esta confianza será, a reserva de tenga lugar dentro de las próximas semanas una revolución en el seno de partido, Claudia Sheinbaum, quien tendrá la labor de seguir la línea obradorista, y a la vez, imprimir su sello política. Nada fácil. Los moderados esperan la reacción de Marcelo Ebrard. Veremos.
Columna de José Miguel Calderón en SDP Noticias
Foto SDP
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