El desempeño del gobierno es el tema principal y, por su fuerte carga personal, resulta inevitable referirse a López Obrador en su condición de presidente no de líder social. En otras palabras, la contienda no debe centrarse en la persona, sino en el gobernante, en las decisiones tomadas como autoridad, los hechos en el gobierno, y en los resultados que impactan la calidad de vida de los mexicanos, quienes perciben condiciones de mayor inseguridad, más corrupción y peores servicios de salud y educación, percepción que se robustece con los datos duros, los reportes de instituciones especializadas y las opiniones de expertos.
Sin duda, el reto es mayúsculo precisamente por el ascendiente popular de López Obrador y por la parcialidad informativa de los grandes medios de comunicación, que al igual que muchos negocios marchan al tono del gobierno y del presidente. Todavía peor, el INE y el Tribunal Electoral viven su peor crisis en el más delicado momento, en la elección más crítica desde la alternancia de la presidencia. La consejera presidenta del INE, Guadalupe Taddei no entendió los términos de su liderazgo y ahora está asediada por consejeros y la misma burocracia profesional del instituto.
Efectivamente, los comicios de 2024 se dan en el marco de una elección de Estado. No es metáfora, tampoco exageración. El presidente, jefe de Estado y obligado constitucionalmente a la imparcialidad ha sido abierto promotor del voto para su causa; utiliza a las instituciones de Estado para agredir adversarios e impone a su candidata la agenda de la transformación con el anuncio de iniciativas que en sustancia modifican al régimen político y comprometen en sus fundamentos a la democracia mexicana.
La elección va más allá de elegir a un gobernante o a un partido. Para el oficialismo es la oportunidad de hacer trascender su proyecto autoritario en el ejercicio del poder, eliminando los contrapesos institucionales y la rendición de cuentas, las instituciones que garantizan el sufragio efectivo y la pluralidad de la representación parlamentaria. Para muchos esos temas no tienen importancia y para otros son inverosímiles y, efectivamente, también muchos de los afectados marchan al tono del gobierno y del presidente.
La oposición debe plantarle cara al gobernante que ha llevado al país a mal puerto; al presidente de la inseguridad, de la gestión criminal de la pandemia; al mandatario indiferente al feminicidio, a la violencia contra las mujeres, a las víctimas de ataques, al desabasto de medicinas, a los menores con cáncer; al presidente gastalón y arbitrario, al presidente cruel, amigo de la mentira e indiferente ante las atrocidades de los criminales. En fin, a un mandatario que pretende acabar con el régimen democrático y de libertades.
Columna de Federico Berrueta en SDP Noticias
Foto Moisés Nava
clh