La molestia, que hoy se manifiesta en forma de huelga, hace sentido entre los trabajadores toda vez que Boeing no solo fabrica aeronaves comerciales, sino también aviones para la fuerza aérea norteamericana, así como misiles, cohetes e incluso naves espaciales. Sabemos que si Boeing sigue con vida, es realmente gracias a que el factor militar es sumamente importante.
Tras varios meses de negociaciones, los representantes sindicales informaron a Boeing que el 95% de los más de 30 mil trabajadores rechazaba su oferta. Por otro lado, Boeing quiere evitar a toda costa una nueva huelga, pues la última duró poco más de 50 días, generando pérdidas de más de 3 mil millones de dólares.
Boeing ofreció un aumento del 25% durante cuatro años, esto es, un acuerdo multianual. Sin embargo los sindicatos piden un aumento de 40%. Ante esto, el CEO de Boeing, en una medida francamente desesperada, ha anunciado que se recortará su salario, así como que se realizarán despidos temporales; mientras se ha hecho oficial un “paro técnico” para evitar las pérdidas económicas que provoca la huelga de los trabajadores de Boeing.
A través de un comunicado dado a conocer por CNN, los administradores de Boeing afirmaron que “en los próximos días comenzarán a aplicarse despidos temporales -que afectarán a un gran número de ejecutivos establecidos en Estados Unidos, jefes y empleados-. Para limitar ese impacto, Boeing prevé que dichos trabajadores tomen una semana de permiso cada cuatro semanas mientras dure la huelga, un tiempo durante el cual conservarán sus beneficios.”
Esta huelga, que comenzó el pasado viernes, trae en jaque a los directivos de Boeing, quienes tenían puestas sus esperanzas en el nuevo CEO, pero sobre todo, que iban a comenzar a recuperarse de la crisis que en la empresa provocó el desprendimiento de una puerta/ventanilla en un vuelo de la aerolínea Alaska Airlines.
Con esto se ven afectadas las dos plantas de ensamblaje que Boeing tiene en Everett y en Renton, espacios encargados de la producción del polémico modelo B737MAX, además de los modelos B767 y B777.
Todo indica que la armadora no ha terminado de entender que fue precisamente durante la pandemia cuando se dio por primera vez el escándalo con los aviones de la familia MAX; todo derivado de los accidentes fatales en 2018 y 2019, en los que quedó comprobado que se suscitaron por el afán de “reducir costos y maximizar las ganancias”.
En realidad, el grave problema del modelo MAX, fue no dar a conocer a las aerolíneas y arrendadoras que estos nuevos equipos tenían un nuevo “software”, que exigía un “adiestramiento especial para conocer el nuevo dispositivo”. Por supuesto eso encarecía considerablemente su adquisición, entonces Boeing tuvo la maravillosa idea de omitir esa información, y les dijo que este nuevo avión funcionaba como los de la familia B737NG.
Y en el pecado llevaron la penitencia. Abusaron de sus clientes al hacerles creer que los pilotos no tendrían que realizar un adiestramiento “extra”, lo cual originaba ahorros a las líneas aéreas, y con este cuento las arrendadoras podían colocar muy bien los nuevos modelos de avión en las aerolíneas a nivel mundial.
Un avión más eficiente, con motores menos ruidosos y más capacidad de asientos, ¡una maravilla!, con un pequeño detalle, un software del cual no tenían conocimiento los pilotos, y que además se activaba de manera “automática”, para solucionar un problema derivado de la recolocación de los motores en el fuselaje.
Una vez descubierta la mentira, a nivel mundial se les tuvo que dar un nuevo adiestramiento a los pilotos, con los costos que ello implica, para que supieran qué hacer en caso de que el software se activase de manera automática.
En su momento se culpó a los ingenieros encargados de desarrollar este nuevo software, alegando que fueron subcontratados en la India; es decir que no fueron ingenieros que trabajan directamente para Boeing, primero porque les salió mucho más barato, pero es un hecho, los ingenieros indios tuvieron que usar su imaginación a falta de poder probar este nuevo software directamente en los aviones de la fabricante.
Y no hablemos del caso del detergente Dawn utilizado como lubricante para algunas piezas de los aviones. Como les digo, en aras de ahorrar lo más posible, castigaron además los salarios de sus trabajadores, y en momentos de crisis, los quisieron hacer responsables de la falta de un manual de control de calidad y seguridad aérea, cuando eso es trabajo precisamente de los ejecutivos de la fabricante.
Y si todo esto no fuese suficiente para el drama por el que hoy pasa Boeing, me acabo de enterar que tendrá que desembolsar 150 millones de dólares ¿por qué motivo? Por dejar colgados de la brocha a la fabricante brasileña Embraer, con quienes habían firmado en 2020 un “joint venture” para colaborar.
Por supuesto, el gobierno de Joe Biden va a meter la mano para que el daño a Boeing sea el menor posible. La portavoz de la Casa Blanca, Karine Jean-Pierre, en conferencia de prensa informó que instan a ambas partes a sentarse a negociar para “llegar a un acuerdo que ofrezca a los empleados los beneficios que se merecen”.
Seguiremos dándole seguimiento a este caso. Espero que lleguen pronto a un acuerdo, porque los retrasos de este fabricante de aviones se siguen acumulando. Ojalá que eviten recurrir a su estrategia fallida de querer salir lo más rápido del “maíz podrido”, aunque cometan las mismas pifias que los han mantenido en el hoyo de la ignominia.