México.- Además de ser la imagen de una clase media progresista argentina que daba voz a las nuevas generaciones contestatarias de su época, Mafalda fue concebida como una niña con capacidades intelectuales para contravenir los mandatos de género de los años 60, aseguró Isabella Cosse Larghero, catedrática de la Universidad Nacional General San Martín CONICET/Universidad de Buenos Aires.
VIDEO André Marín Jr. mantendrá legado de su papáSe complica estado de salud de Daniel BisognoEn su conferencia “Mafalditas y Susanitas: género, humor y política”, la maestra disertó en torno a este famoso personaje del caricaturista argentino Joaquín Salvador Lavado Tejón, conocido como Quino, cuya muestra Mafalda: miradas de “lo femenino” se exhibe en el Museo de las Constituciones de la UNAM, donde podrá visitarse hasta diciembre.
Cosse subrayó que, desde su creación, la protagonista de la famosa tira cómica argentina fue concebida como un personaje fuerte, que causa gracia porque habla y piensa como una joven con capacidad y razonamiento lúcido frente a los adultos, a quienes desestabiliza con la ironía de sus ideas.
Cuando se publicó la primera tira de Mafalda, Argentina estaba en un proceso de cambio y modernización social, cultural y política, enmarcado por una democracia débil; fue un momento en el que Quino trabajó en una doble tensión que, además de atravesar a la sociedad argentina, atravesaba a latinoamericana, e incluso a la sociedad global, con confrontaciones generales y de género.
En este trabajo, el caricaturista desplazó la figura del niño varón y colocó en el centro de su discurso a una niña, que ponía en juego la ternura y debilidad de las mujeres en relación con su carácter sentimental.
Para ello, dijo, “Quino se nutrió de la realidad asumida de la cultura juvenil de esos años y las confrontaciones generacionales y del feminismo; así como la conquista de derechos políticos, donde la asociación de las mujeres con la familia y la crianza eran hegemónicas”.
Al publicarse la historieta en los periódicos, Quino requirió de más personajes antagónicos y surgieron “Susanita y Monolito, para dar contexto y diálogo a una clase media heterogenea atravesada por profundas diferencias culturales e ideológicas”.
Susanita, acotó, es el alter ego de Mafalda y pieza clave para restregar los argumentos y contrastar el modelo femenino tradicional del ciclo casamiento, maternidad y estatus, que eran los que delineaban los intereses y estándares de vida de aquella época.
Destacó que México fue un lugar decisivo para la expansión de Mafalda a América Latina, porque tuvo cobijo en la larga tradición de asilo que afortunadamente caracteriza a la nación.
También porque el “país estuvo muy ligado a la contestación juvenil y su carácter latinoamericano” por lo que las niñas se identificaban y concebían como mafalditas, que eran llamadas así por ser muy despiertas”.
En los años 2000, Mafalda adquirió mucho sentido para el feminismo ya que su identificación creció a la par de la tercera ola feminista con campañas mundiales en contra de la violencia hacia las mujeres.
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