Donald Trump, después de una derrota en 2020 y un periodo de ausencia de la escena política principal, ha regresado con fuerza a la Casa Blanca. En una victoria contundente sobre Kamala Harris, quien asumió como candidata demócrata tras la salida de Joe Biden, Trump demostró que su mensaje, lejos de perder relevancia, ha ganado tracción y respaldo en gran parte de la sociedad estadounidense. Lo más sorprendente es el apoyo que recibió del electorado latino, a pesar de su conocido discurso anti-migrantes.
Canadá en alerta máxima ante llegada de migrantes tras victoria de TrumpClaudia pide muchos Benitos Juárez para la SCJN… ¿Cómo evitar a los Porfirios Díaz?Su victoria en estados clave como Carolina del Norte, Georgia, Pensilvania, Wisconsin y Michigan fue suficiente para garantizarle los votos electorales necesarios, un logro que no solo refleja una aprobación a su figura y propuestas, sino también un cambio en las prioridades de los votantes. Este apoyo masivo, aun en segmentos que históricamente habían mostrado resistencia a sus posturas, obliga a hacer un análisis profundo sobre los valores que hoy predominan en el electorado estadounidense y en los sectores que el discurso trumpista logró seducir.
Lejos de caer en el lamento o el temor, este es un momento de reflexión sobre el estado del mundo, un espejo que permite ver qué ideales y preocupaciones están tomando fuerza a nivel global. La realidad es que el éxito de Trump refleja una serie de inquietudes y percepciones compartidas por amplios sectores, incluso en comunidades que podrían parecer vulnerables a sus políticas. Muchos latinos, por ejemplo, no solo han respaldado su enfoque de “América primero”, sino que también valoran su retórica de seguridad y economía fuerte. A través de esta aparente contradicción, emerge una imagen de lo que valoran estos sectores: seguridad económica, patriotismo, y una identidad clara y sólida.
Es esencial comprender que, aunque el discurso de Trump ha sido polarizador y radical, los procesos electorales en las grandes potencias suelen ser particularmente duros y retóricos. Las campañas son terrenos donde los candidatos adoptan posturas extremas, y los votantes, conscientes o no de ello, pueden interpretar esto como una reafirmación de los valores nacionales. Pero la retórica no siempre se traduce en política. En este sentido, se ha de recordar que el pragmatismo político generalmente prevalece una vez que el presidente asume el cargo y enfrenta la realidad de la administración.
En el contexto de las relaciones entre México y Estados Unidos, es importante no caer en alarmismos. Si bien los discursos anti-migrantes y proteccionistas son inquietantes, hay que recordar que la relación entre estos dos países ha sido históricamente estratégica y flexible, adaptándose a los intereses de ambas naciones. México y Estados Unidos comparten un vínculo geopolítico, económico y social irrompible. A pesar de las tensiones y el posible endurecimiento de posturas, es probable que el pragmatismo oriente las políticas exteriores de ambas administraciones. El reto para ambos países es mantener una relación que, aunque pueda ser tensa en algunos aspectos, sirva a la estabilidad y prosperidad de la región.
La pregunta que se plantea ahora es si la elección de Trump representa una vuelta al pasado o una redefinición de los valores americanos en un contexto donde las tensiones migratorias, los desafíos económicos y la globalización están replanteando la forma en que los países defienden sus intereses. Como resultado, la victoria de Trump nos invita a pensar sobre los valores que estamos promoviendo en nuestras sociedades y en el tipo de liderazgo que, lejos de reflejar ideales esperanzadores, se centra en un sentido de urgencia y en la defensa de una identidad nacionalista.
El triunfo de Donald Trump no solo confirma su capacidad para influir en la política estadounidense, sino que también nos recuerda la importancia de observar y entender el pulso de la sociedad y los desafíos que enfrentamos como comunidad global. Su regreso al poder ofrece una lección invaluable: no podemos ignorar los deseos y preocupaciones que impulsan a los ciudadanos a elegir a líderes polémicos. Conscientes de estos retos, es hora de trabajar en lo fundamental y de orientar los esfuerzos hacia una política que, a largo plazo, fomente la cooperación y la estabilidad más allá de las fronteras.
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Columna de Rodrigo Menéndez Cámara en SDP Noticias
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