Quizá la primera plataforma digital que nos ofreció un servicio de suscripción aceptado de forma masiva fue Netflix, que comenzó su servicio de streaming en 2007 y puso fin poco después al modelo del alquiler de VHS y DVDs que había sido popularizado por Blockbuster. En aquel momento gastábamos mucho tanto en alquilar películas como en contratar los servicios de la televisión por cable, pero Netflix ofrecía un gran catálogo por muy poco dinero al mes.
Al año siguiente se lanzó Spotify, que se volvió incluso más popular porque nos permitía escuchar nuestra música favorita de manera legal y en una sola aplicación, en lugar de comprar discos o descargar la música de forma ilegítima desde plataformas como Napster o LimeWire. Durante unos cuantos años, las suscripciones a Netflix y a Spotify eran todo lo que teníamos que pagar mensualmente para disfrutar del mejor entretenimiento.
El problema vino poco después, cuando muchas productoras se dieron cuenta del enorme potencial que tenía el streaming como canal de ventas, y optaron por retirar sus contenidos de Netflix para ofrecerlos de forma independiente. Durante la última década asistimos a la aparición de plataformas como Disney+, HBO –ahora conocida como Max–, Paramount Plus, Amazon Prime, Hulu y muchas otras, cada una con su catálogo exclusivo.
Esto obligó a Netflix a crear sus propios contenidos para mantenerse relevante, con lo que la cantidad de películas y series se mantuvo relativamente estable en la plataforma, pero esta vez la mayoría de ellas presentan el mismo sesgo. Para poder acceder a un catálogo realmente plural y creativo se hace necesario contratar suscripciones a muchos otros servicios de streaming, lo que a mucha gente le resulta inviable.
Además, los precios de los servicios de streaming en general se están disparando en los últimos años. Netflix es la plataforma que los está impulsando más al alza para poder financiar todas sus producciones, y las otras plataformas de streaming le siguen la estela al comprobar que siguen siendo millones los usuarios que aceptan las nuevas tarifas. De este modo, el costo de las plataformas de streaming combinadas ya supera el de la televisión por cable.
A este encarecimiento de precios se suma la dificultad para compartir cuentas con otros usuarios, un recurso tradicional que muchas familias utilizaban para reducir su gasto en las plataformas de streaming. Ahora se nos obliga a pagar por una cuenta de forma íntegra, de modo que cada vez más gente debe darse de baja de uno o varios servicios de streaming para poder seguir pagando los que mantienen en activo.
El encarecimiento de las tarifas y la multiplicación de los servicios de streaming da lugar a lo que se ha denominado la ‘fatiga de las suscripciones’, según un análisis de ExpressVPN. Y no se limita simplemente a los servicios de streaming, sino que también abarca muchas otras formas de suscripción como el pago de los antivirus, la contratación de suites de ofimática como Microsoft 365, e incluso el acceso a las IAs más avanzadas.
A las empresas les resulta más cómodo forzar a los usuarios a pagar una suscripción mensual a cambio de sus servicios, porque de esta manera pueden garantizar sus ingresos a medio y largo plazo. Sin embargo, un exceso de suscripciones supone un gasto extraordinario para una persona promedio. El gran 'boom' de las suscripciones está quedando atrás, y cada vez más gente opta por darse de baja de una o varias suscripciones para ahorrar en el proceso.
Además del gasto que conllevan, las suscripciones suponen una considerable carga psicológica que puede afectarnos en nuestro día a día. La acumulación de facturas de este tipo nos impide disponer de mayor cantidad de efectivo para nuestros gastos diarios, y además nos genera una ansiedad económica considerable. Este problema se agrava en un contexto inflacionista como el que estamos viviendo en los últimos años.
La solución pasa por cambios de hábito tanto entre los usuarios como entre las empresas. Cancelar las suscripciones que no son imprescindibles es la medida más obvia entre quienes no quieren seguir gastando de más. Y las empresas, por su parte, deben prestar atención a la realidad económica de sus usuarios y volver a ofrecerles métodos de pago únicos que les ofrezcan una mayor libertad de elección. En caso contrario, su viabilidad está en juego.
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