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Jueves, 25 de Abril de 2024

La historia de la Virgen de los Dolores en Acatzingo

21 Mayo, 2020
Leticia Montagner

 

Gracias a José Luis Cesatti Hernández, nos llegó esta historia del culto de veneración a la Virgen de los Dolores, muy arraigado en el municipio de Acatzingo. En estos tiempos de pandemia, cuando reabran iglesias y templos católicos, quizá valga la pena visitar a nuestra Madre Santísima.

Fue en 1609 el año que inicia este culto, de acuerdo a Carlos Arreola Pérez, mismo que se ha publicado en el libro Historia del Culto de María en Iberoamérica y de sus Imágenes y Santuarios más Celebrados, que en su primera edición fue publicada en Argentina y una segunda en Madrid, España. El autor fue Rubén Vargas Ugarte, sacerdote jesuita y miembro de las Academia de Historia de México y de otros países.

Ugarte fue profesor e historiador, nació en octubre de 1886 en Lima, Perú y murió el 7 febrero de 1975 la misma ciudad.

Compartimos de manera fiel, respetando puntos, comas y texto de español antiguo, el escrito sobre el origen y la historia del culto a la Virgen de los Dolores, que tiene su santuario en Acatzingo:

“Refiere una constante y no interrumpida tradición que, hacia 1609, siendo cura párroco de Acatzingo, en el Obispado de Puebla, D. Juan Sessati Lozano, había en la esquina de la plaza principal del pueblo y calle Real de Orizaba, un mesón, alojamiento ordinario de los arrieros y caminantes que por esta vía se dirigían de Veracruz a México.

“Era dueña del citado mesón u hospedería la Sra. Antonia Negreiros, persona entrada en años y de reconocida virtud. Acaeció que un día se apeó a la puerta del mesón un pasajero y dándola a guardar una caja, añadió que la recogería cuando pasara otra vez por el lugar. Pasó algún tiempo y, como no compareciere el dueño, la Sra. Negreiros decidió abrir la caja y, al hacerlo, encontró en ella dos lienzos enrollados, el uno representaba un Ecce-Homo y el otro una Virgen de los Dolores.

“Gozosa de haber dado con las dos imágenes, hizo colocar entrambas en la sala de su casa y allí permanecieron por mucho tiempo, hasta que un día, probablemente un cinco de Setiembre, fecha en que todavía se celebra la fiesta llamada del Sudor, advirtió con extrañeza que el rostro de la Virgen estaba humedecido y, pensando que algún descuido motivaba aquella humedad, procedió a limpiar la imagen, pero vió que cuantas veces secaba el lienzo otras tantas volvía a aparecer las gotas de sudor en el rostro, por lo cual dió parte de lo sucedida a los vecinos.

“Extendióse la voz por el pueblo y numerosas personas acudieron a presenciar el prodigio. No obstante, el párroco creyó prudente incautarse del cuadro y trasladarlo a la iglesia parroquial, a fin de aquilatar la verdad del hecho y cortar los vuelos a lo que podía ser superchería o engaño de una imaginación exaltada. Allí permaneció algún tiempo, no sin que la Sra. Negreiros exigiese en varias ocasiones al Cura la devolución de la imagen; como fuesen vanas sus peticiones, decidió sustraerlo, y así lo ejecutó un día, aprovechando un descuido del sacristán.

“Dícese que advertida por alguno y perseguida de cerca, aprovechó su paso junto a la fuente antigua, que todavía se alza frente al convento, para arrojarla al agua y, cuando la sacaron, echaron de ver que el lienzo no tenía rastro de humedad. El hecho es que la imagen fué restituida a la parroquia y de ella no volvió a salir. La pintura parece copia de una Dolorosa de Sassoferrato, hecha por mano aún bisoña en el arte, y está pintada al óleo sobre cotanza. Mide poco más de un metro de alto, por 78 centímetros de ancho; la túnica es de color rojo y el manto que cubre la cabeza de la Virgen es azul oscuro; en el lienzo se advierten sin esfuerzo los daños que la costumbre de besarla y de tocar objetos a ella ha originado, especialmente en las manos y en la parte inferior.

“Difundida entre el vulgo la leyenda acerca de su origen, la Virgen de los Dolores de Acatzingo llegó a adquirir alguna celebridad y los fieles empezaron a implorar sus favores, por lo cual, el Cura D. Juan Sesatti solicitó del Iltmo. Sr. Obispo de la diócesis, D. Manuel Fernández de Santa Cruz y Sahagún, licencia para erigir una cofradía en su honor.

“Obtenida esta, instalóse su Junta Directiva el 25 de Octubre de 1693, empezando desde entonces a funcionar regularmente hasta alcanzar de Inocencio XII, por rescripto de 24 de Julio de 1699, su agregación canónica a la Archicofradía de los Servitas de Roma. La cofradía fué cada día en aumento, llegando a su mayor esplendor a mediados del siglo XVIII y contándose entre los cofrades a lo más granado del clero poblano. Habiendo prohibido el Virrey, Conde de Revillagigedo, la cuestación de limosnas, a causa de los abusos que se habían introducido, empezó a venir a menos y, en los azarosos tiempos de la independencia, vino a quedar totalmente extinguida.

“El santuario que se halla anexo a la iglesia parroquial es de buena fábrica y en su interior se halla muy bien decorado, al estilo de las iglesias del país, sobresaliendo por la variedad y riqueza de sus adornos el altar mayor en donde se guarda el cuadro de la Virgen y cuyo frontal es de plata repujada. La construcción de este templo debió comenzar hacia el año 1714 y, aunque no consta ciertamente cuándo se bendijo, su inauguración debió tener lugar antes de 1721, año en que falleció el Illmo. D. Pedro Nogales Dávila, que, como Ordinario, fué el que otorgó la licencia. Entre las cosas notables que encierra se hallan unos cuadros murales, obra del famoso pincel mejicano Zendejas.

“La Virgen de los Dolores fué en otro tiempo muy venerada en las arquidiócesis de Puebla, en toda la cual se recogían limosnas para el Santuario, viéndose éste muy frecuentado, en especial los martes, que eran días de mercado.

“Hoy ha comenzado a reavivar la antigua devoción, merced al celo del Sr. Cura, D. Agustín de la Cueva, y vuelven a entonarse ante el altar de la Virgen las Salves tradicionales, tan del gusto de los indios. Dos son las fiestas principales que se celebran en su honor cada año, la una el Viernes de Dolores y la otra el 5 de Setiembre, en que se conmemora el milagroso sudor de la imagen. Ambas se ven muy concurridas y a ellas acuden aun de puntos lejanos del Estado de Puebla y de Oajaca, Veracruz y Guerrero, contándose por millares los peregrinos.

“Fué solemnemente coronada el 15 de Setiembre de 1924 por el Illmo. Sr. Arzobispo de Puebla, D. Pedro Vera, asistido por los Sres. Obispos de Yucatán y Huajapán de León. El Santuario fué refeccionado y decorado para esta ceremonia, que revistió gran solemnidad, y la cual se llevó a cabo, gracias a los esfuerzos del párroco, D. Froilán Flores, y del Alcalde, D. Pedro de la Cueva. La corona, fabricada en México, por el joven mejicano D. Luis Albarrán y Pliego, es toda de oro, de estilo colonial, y la adornan pasionarias y los escudos de la villa y de México”.

Hasta aquí la interesante historia de la Virgen de los Dolores de Acatzingo, Puebla.

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