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Jueves, 25 de Abril de 2024

Con el resultado electoral en Morena aumenta el margen para que Barbosa influya en la sucesión

1 Agosto, 2022
Fermín Alejandro García

Hasta ayer por la noche, la estimación que había es que la corriente del mandatario Luis Miguel Barbosa Huerta había ganado entre 65 y 70 por ciento de las posiciones de Morena que estuvieron en juego el sábado anterior. Con ello, el grupo del gobernador prácticamente lograría dos importantes posiciones: controlar dos terceras partes de la próxima dirigencia estatal del Partido de Regeneración Nacional y asumir una importante influencia en la definición en la sucesión de 2024.

El sábado estuvieron en disputa 150 lugares del Consejo Estatal (CE) morenista y la relevancia de que este órgano se active –pues está sin sesionar desde 2018— es que tiene la facultad de proponerle a la Comisión Nacional de Elecciones de Morena a los aspirantes que deben de ser evaluados, mediante una o dos encuestas, para de entre ellos elegir al abanderado para competir por la titularidad del Poder Ejecutivo en la contienda que habrá en un par de años.

A su vez, el Consejo Estatal es el órgano máximo de Morena que debe aprobar la postulación del o la candidata a gobernador que resulte ganador de la o las encuestas que levante el partido.

Por lo que el CE se acaba convirtiendo en una importante aduana –no es la única— para que un aspirante a candidato pueda ser tomado en cuenta.
 

Tal situación plantea el escenario de que, si el presidente Andrés Manuel López Obrador no empuja a una figura para que sea la candidata o el candidato para Puebla, la sucesión quedaría en manos de la corriente de Luis Miguel Barbosa Huerta.

En 2018, el CE de Morena propuso a tres prospectos para ser evaluados en la búsqueda de un contendiente por la gubernatura. Ellos fueron: al activista Marco Alonso Aco Cortés, el abogado laboralista Abelardo Cuéllar Delgado y el senador Luis Miguel Barbosa Huerta. En ese entonces, el Comité Ejecutivo Nacional del partido agregó Enrique Cárdenas Sánchez, ex rector de la Universidad de las Américas y que aparentaba ser un seguidor del movimiento lopezobradorista.

Al final la contienda se polarizó entre Barbosa y Cárdenas, resultando ganador el primero, quien debió enfrentar dificultades para lograr la aprobación del Consejo Estatal de Morena, que en ese año se pronunciaba por elegir a un representante que fuera fundador del movimiento de la 4T.

Por la relevancia que tiene el CE de Morena, en la elección del sábado por un lado se observó el ahínco del grupo del gobernador de ganar una mayoría abrumadora, objetivo que se consiguió, pero todavía se puede caer.

En el otro bando, se percibió cierta intención de “reventar” la elección con el propósito de frenar el control que el grupo de Luis Miguel Barbosa puede adquirir del proceso de elegir al próximo candidato a gobernador. Ese manejo se observó en el comportamiento de la facción de Ignacio Mier Velazco, el coordinador de los diputados federales de Morena, y de Rodrigo Abdala Dartigues, quien fue delegado del gobierno federal en Puebla.

Durante los comicios del sábado se observó, no solo en Puebla, sino en los 20 estados del país en donde hubo votaciones de Morena, un manejo de “acarreados” al viejo estilo priista.

Solamente que en el caso de Puebla hubo algo que llamó la atención: se percibió en muchos lugares a operadores con listas en una mano y en otra, con fajos de billetes, controlando el flujo de los asistentes a las urnas.

En muchos lugares, como el estadio Cuauhtémoc o el Parque Juárez de la ciudad de Puebla, los autobuses y camionetas del transporte público se formaban muy cercas de las casillas para subir y bajar a los votantes que trasladaban. Todo mundo identificó a los vehículos en que se hizo el acarreo masivo.

Y también había poco cuidado de que muchos de los operadores abiertamente fueran señalados como supuestos funcionarios de la Secretaría de Bienestar federal.

Pareciera que hubo el propósito de que se pudieran identificar, grabar en video y documentar dichas anomalías, dejándose a un lado la regla básica de los “mapaches electorales”, que es:

“Que se sepa que se compran votos, pero que nadie pueda presentar pruebas de cómo se compraron”.

La estrategia –del grupo de Mier y Abdala– apunta a buscar que se impugne la elección y se anule, por lo cual se exhibió las anomalías para que estas puedan ser documentadas como agravios.

De esa manera, se intentaría que la próxima dirigencia de Morena se nombre desde el Comité Ejecutivo Nacional del partido, tal como ha pasado los últimos cuatro años.

Y con ello, buscarían frenar la posibilidad de que el control de la sucesión gubernamental de Puebla lo tenga la corriente de Luis Miguel Barbosa Huerta.

Por eso la contienda electoral de Morena todavía ni está del todo definida.

Ayer algunos actores estimaban que el caso pudiera acabar en los tribunales, si es que funciona la estrategia de Mier y Abdala.

Mientras que los barbosistas estiman que triunfo fue tan abrumador, que ya no hay espacio para impugnar.

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