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Viernes, 29 de Marzo de 2024

Dante, la caricatura

31 Mayo, 2023
Fernando Maldonado

Movimiento Ciudadano es el ejemplo vivo de que en política 2 más 2 no siempre sumen 4. Aún y que la lógica numérica dicta con simpleza que la suma de dos tantos iguales ofrece un resultado inadmisible, puede variar diametralmente cuando está en juego el interés por una rebanada de poder público y político.

El propietario de la franquicia, Dante Delgado Rannauro, es síntoma de ese modelo de utilización facciosa de un partido como el que antes llevó por nombre Convergencia que tuvo su mejor momento entre 2010 y 2018, con la conquista de algunas posiciones de relevancia.

Gobierna Jalisco y Nuevo León, pero no es indicativo de una mejor posición en lo inmediato y en el futuro. Abdicó de la tesis central de todo partido político, desde el origen: la búsqueda del poder público a través del voto popular, con la declinación de su candidato en el Estado de México, Juan Zepeda.

En Coahuila ni siquiera presentó candidato con lo que el tablero político allá y en el vecino estado sufrió modificaciones. El promedio de aceptación en diferentes estudios de opinión no supera los 7 puntos y en algunas casos, llega hasta los 3 puntos porcentuales.

Viejo lobo de la política, Delgado Rannauro sabe que con esos números Movimiento Ciudadano puede negociar todo lo negociable, hasta la dignidad. Edomex y Coahuila están ahí, lo que refuerza la tesis de que le echó una manita al Movimiento de Regeneración Nacional.

Y como la premisa es dividir, decidió emprender esa feroz campaña contra el instituto político en el que creció: el tricolor, a quien, a través de uno de los suyos, le armó una campaña que decía que con el PRI ni a la esquina.

En la búsqueda de un gramo de legitimidad, se lanzó contra los gobiernos de Morena. Ese contexto explica su declaración en la visita cuando dijo en Puebla que el Gobierno de Miguel Barbosa había sido un desastre. No lo vino a decir cuando el cuadro de la izquierda estaba vivo y en el Gobierno, tampoco cuando la sospecha de ser esquirol del sistema había llegado a los niveles del presente.

Para cuando la sospecha de hacer el trabajo sucio a Morena, apareció en Puebla para amarrarse el dedo con un gesto poco honorable en un político que se duele de haber sido perseguido por el sistema priísta en 1996, cuando fue encarcelado en el penal de Pacho Viejo en Xalapa, bajo el gobierno de Patricio Chirinos y su secretario General de Gobierno, Miguel Ángel Yunes Linares, converso al Partido Acción Nacional.

El autor de la esta columna lo vio erguido y sobrio detrás de sus gruesos lentes de pasta esperar detrás de la pequeña celda de esa cárcel localizada a unos minutos de la capital veracruzana, en donde esperó por meses volver a ver la luz del día, con esa aurea de dignidad que provee esa condición de ser perseguido por un régimen podrido.

Ese perseguido se ha convertido en una mala copia del Dante aquel, ciertamente objeto de una conjura del Gobierno priísta de Ernesto Zedillo Ponce de León. Si alguna duda existe, las pruebas contumaces están ahí, palpables. El partido naranja es el instrumento que permite que el partido en el poder diseñe sus estrategias electorales sin tener que ensuciarse las manos.

 

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