La unidad -en tiempos de la Cuarta Transformación- hay que entenderla como todo cabrá en el jarrito si se sabe acomodar.
La victoria en el Estado de México cambió la perspectiva sobre cómo llevar a cabo el método para elegir candidatos en el 2024.
El presidente Andrés Manuel López Obrador ya sabe lo que quiere, a diferencia de los detractores y oponentes: además de la Presidencia, la mayoría absoluta en las cámaras de diputados y senadores.
La joya de la corona, el Estado de México, requirió en su conquista de la unidad, de la suma de adversarios al interior de Morena.
Todos y todas jalaron por la misma causa, contra lo que se sucedió en Coahuila: división total.
La pregunta para Puebla es entonces básica:
¿Quién garantiza la unidad, entre los contendientes?
Si López Obrador será garante que todos y todas entren al jarrito y los sabrá acomodar, los gobernadores/as operarán el respeto de tiempos y piso parejo, quién de los aspirantes poblanos dará el primer paso.
Es decir, entender que no le alcanzará para llegar y competir en 2024, en aras de esa unidad que reclama López Obrador de los suyos.
Por encima de la Cuarta Transformación nada, ha dicho y rematado: los traidores serán juzgados por la historia.
¿Quién será el primero o primera en sacrificar sus apetitos de poder?
¿Ignacio Mier, Alejandro Armenta, Julio Huerta, Rodrigo Abdala u Olivia Salomón, entre la larga lista?
El dejar pasar, dejar hacer, también será una respuesta, porque si el candidato que resulte para Puebla (en el entendido que tocará género hombre) excluye, no suma, entonces el escenario de Coahuila se presentará con un Ricardo Mejía Berdeja que dinamitó la Cuatroté en esa entidad.
Y todos en Puebla, al igual que allá, también perderán.
La 4T, como el Popo, requiere de sacrificios.
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