Que Omar García Harfuch asuma la secretaría de Seguridad Pública en el sexenio de Claudia Sheinbaum con un brazo amputado, es muy grave.
La ejecución de su principal colaborador en inteligencia e investigación, Milton Morales Figueroa, quien siempre estuvo detrás de la línea de fuego, revela lo complejo que será el combate al crimen organizado.
Y los nuevos gobiernos estatales y municipales que esperan luz verde del nuevo secretario, para definir sus estrategias de seguridad, tendrán que evaluar mejor los nombres de sus ternas.
Si ya fueron por su segundo abordo, en los demás estados y municipios que se renovarán autoridades y han expresado públicamente que la última palabra de sus secretarios de Seguridad lo tendrá García Harfuch, entonces más que fortaleza puede tenerse una debilidad.
Y todo porque desde esas posiciones van a pretender debilitar al nuevo secretario de Seguridad, quien hace un par de años fue víctima de un atentado en las calles de la Ciudad de México.
Ese legado de cuatro sexenios, Vicente Fox, Felipe Calderón, Enrique Peña Nieto y Andrés Manuel López Obrador ha dejado lastres que no alcanzarán acabarse en la lucha contra el crimen.
La ejecución del brazo derecho de Omar García prende más que los focos de alarma, porque no lo van a dejar acomodarse en la Secretaría.
De la guerra contra el narco de Calderón a los abrazos, no balazos, de López Obrador, el país transita en una espiral de violencia y confrontación.
Con Milton Morales falló la inteligencia y la contrainteligencia de quien era experto.
¿Qué gobernador o alcalde le confiarían su secretario de Seguridad a García Harfuch?
Es pregunta, conste.
clh
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