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Domingo, 12 de Mayo de 2024

Crisis humanitaria severa en fronteras de México

6 Abril, 2018
Érika Nieto

Hay algo que tienen bien claro los migrantes, principalmente originarios de Honduras, que en estos días se encuentran cruzando el territorio mexicano para llegar a Estados Unidos, ni la Guardia Nacional, ni las amenazas del Presidente norteamericano, ni la terrible inseguridad que prevalece en nuestro país los detendrá para buscar asilo en Estados Unidos.

En la caravana hay una mayoría de mujeres y niños. Todos amenazados por el crimen, las pandillas, la inseguridad, pero sobre todo por la pobreza en sus países centroamericanos. Todos viajan al norte con el argumento de que lo único que piden a Estados Unidos es una oportunidad de trabajo, de conseguir una vida tranquila para ellos, pero sobre todo para sus hijos.

Esta caravana, que vemos también en Puebla, no es muy diferente a las decenas de personas que diariamente cruzan el país a bordo de los vagones del tren mejor conocido como “La Bestia” por todas las atrocidades y pesadillas que ahí sufren los indocumentados en su trayecto rumbo al “sueño americano”. Tampoco es nueva, pues año con año se organizan para llegar al vecino país del norte.

Sólo que esta caravana está pidiendo ayuda humanitaria, a iglesias, organizaciones promigrantes y a los mexicanos en general para lograr su cometido de llegar a la frontera norte y levantar su voz para que sea escuchada por una autoridad norteamericana que ya los espera, no solo con los miles de agentes migratorios, sino con elementos de la Guardia Nacional que tienen uno de los mejores entrenamientos militares en el mundo.

Cada parte involucrada defiende su propio derecho, los migrantes dicen que tienen el derecho de una nueva oportunidad fuera de su país, de que les sea abierta una mejor puerta, la de oportunidades de trabajo, la de poder caminar tranquilamente por las calles y el derecho de que sus hijos crezcan en un ambiente de educación y paz social.

Pero Estados Unidos defiende también su derecho de exigir a todos esos países expulsores de migrantes a disminuir su corrupción, a mejorar sus salarios, a ser mejores gobernantes y de mantener en sus tierras a su gente, no a expulsarla llena de miedo, de frustración y de hambre.

Mientras tanto, México, tiene una de las fronteras más débiles al sur, llena de corrupción y de violencia, de ahí que la presión diplomática del mandatario norteamericano permitió otorgar cientos de permisos a los migrantes para circular por nuestro país mientras definen su situación para ingresar a Estados Unidos.

Para este tipo de crisis, el gobierno norteamericano está preparado con centros de detención a lo largo de la frontera donde alberga por días y hasta por meses a cientos de migrantes de todas las edades y en todas las condiciones, pues incluye a mujeres embarazadas, en tanto determinan su fecha de deportación, pero no permite su ingreso libre en su territorio.

México no está preparado de ninguna manera para atender a los cientos de migrantes centroamericanos que transitan por el país, muchos de ellos varados en diferentes estados de la república por no poder cruzar la frontera ante los altos precios de los polleros, porque fueron deportados ya en varias ocasiones o porque simplemente no es opción para ellos regresar a su país y solo deambulan por las calles buscando recursos para sobrevivir el día a día.

El problema no es menor y es necesario que México, sus gobernantes y hasta quienes aspiran a nuevos puestos lo consideren en su agenda antes de que sea mucho, pero mucho más grave.

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