La cifra del 4 por ciento la promete cada presidente desde los días en que bajamos de ese banco numérico. ¿Es posible crecer al 4 por ciento anual? Eso significaría, entre otras cosas, que los salarios crezcan incluso más de lo que ya crecen.
Quien lo vaticina esta vez no es político. Al menos no de los que militan en partidos, es el líder de los agremiados en la agrupación empresarial más poderosa del país, Francisco Cervantes.
¿Qué significa crecer al 4 por ciento? Conviene sacar la calculadora.
Lo que cobramos todos, ricos y pobres, en cada consultorio, negocio, tienda o fábrica, sumó aproximadamente un billón 500 mil millones de dólares el año pasado (1.5 trillions). Eso es el valor de lo que todos vendimos, es el Producto Interno Bruto o PIB.
Esa cifra pone a México por arriba de naciones europeas como Holanda o Suiza que tienen un PIB de un billón y de 800 mil millones de dólares, respectivamente.
Pero al dividir la friolera nacional entre cada uno de los 130 millones de habitantes, obtenemos un promedio apenas superior a 10 mil dólares anuales. Ahí los mexicanos están por debajo de Chile, al nivel de Argentina y apenas por arriba de Brasil.
La población nacional sigue creciendo a un ritmo menor al 1 por ciento. Cualquier crecimiento que tenga la economía mayor a ese número supone una oportunidad de mejora de ingresos para todos. Mientras más, mejor.
La última vez que los mexicanos estuvieron más cerca de un promedio de un 4 por ciento anual fue durante cada uno de los sexenios de Carlos Salinas y Ernesto Zedillo.
A ellos siguieron las administraciones de Vicente Fox, Felipe Calderón y Enrique Peña que apostaron al orden de las finanzas públicas en detrimento de la creación de prosperidad. El resultado fue una triste mediocridad de crecimientos anuales del 2 por ciento. Con AMLO, el promedio es del 0.8 por ciento, pero con un repunte en los últimos tres años.
¿De dónde viene el crecimiento actual? De varias circunstancias:
China: Se equivocaron los estadounidenses en su hipótesis. En 2001 abrieron camino al país asiático en la Organización Mundial de Comercio, para que las naciones bajaran los aranceles o impuestos que establecieron contra los productos chinos.
La apuesta, al parecer, fue en favor de un crecimiento económico que motivara un fortalecimiento de la democracia. Pero en ese país no hay alternancia y el Partido Comunista sigue gobernando. Ahora China está armada con misiles nucleares y tecnología que absorbió de fabricantes estadounidenses. Eso es visible en las calles llenas Chirey, Changan, MG…
Además invirtió en minas africanas de las que salen metales requeridos tanto por sus propias compañías como por las estadounidenses y las europeas para producir tecnología. Llenaron nuestros supermercados, pero también los anaqueles de los vecinos al norte, de Europa, de Arabia...
Consecuentemente, entre las pocas estrategias en las que coincidieron los presidentes Donald Trump y Joe Biden fue en imponer barreras de aranceles a China, cuyas fábricas fueron afectadas además por confinamientos durante la pandemia.
Empresarios estadounidenses optaron por sacar una parte de la producción de ese país y llevarla al suyo en el caso de los productos más sensibles. Otra parte la instalan en México, el puerto o costa (shore) más cercano (near). De ahí surgió la ola del nearshoring.
Esa historia brinda inesperadamente ventajas a México, que además ahora cuenta con energía barata debido, otra vez, a un factor externo: Estados Unidos está inundado en gas natural que vende ya a medio mundo.
Los precios de este insumo en Norteamérica rondan ya un precio de 1.50 dólares por millón de BTUs, mientras que en Asia superan los 10 dólares. Con ese combustible México produce más de la mitad de la electricidad del país, por lo que ésta también debe abaratarse.
Bajos costos de transporte y de energía establecen un atractivo importante. Los sueldos siguen siendo también atractivos, aunque la escasez de personal en ciertas actividades y una estrategia del gobierno mexicano han motivado un ascenso que ya tiene el salario medio en 17 mil pesos mensuales, entre quienes cotizan en el IMSS.
Es la historia de lo que viene que sí puede ser la de un crecimiento del 4 por ciento, pero no hay manera de cantar victoria. Seguiremos en este asunto.
Columna Parteaguas de Jonathan Ruiz en El Financiero
Foto El Financiero
clh