Desde Palacio Nacional ya le instruyeron que nombre al equipo que hará esa tarea, y que tiene que reportarle al vocero presidencial, Jesús Ramírez Cuevas, el ‘caballo de Troya’ explícito en el cuarto de guerra de Sheinbaum, al ser uno de los más importantes e influyentes líderes de los puros del lopezobradorismo, que están opuestos a la estrategia de Sheinbaum de integrar en su equipo a personas que consideran oportunistas y sin arraigo dentro de la cuatroté. Es una humillación para Sheinbaum que tenga que subordinarse a Ramírez Cuevas.
El vocero presidencial encabezó la rebelión de los morenistas más dogmáticos que la derrotaron cuando impulsó a Omar García Harfuch como candidato al gobierno de la Ciudad de México, y le repitieron la dosis cuando buscó la ratificación de Ernestina Godoy en la Fiscalía capitalina. Ahora, con la usual sevicia presidencial, tendrá que alinear a su equipo bajo las órdenes del vocero para que entiendan, y no se desvíen, del proyecto vital de López Obrador, no por los resultados que podrían alcanzarse en el mediano plazo, sino porque será el mapa de navegación que tendrá que seguir Sheinbaum durante el primer año de gobierno, al menos.
Ramírez Cuevas es un problema real para la candidata por la creciente delegación de responsabilidades que le ha dado el Presidente para que sea su principal interlocutor con la candidata, hable con ella y sea la correa de transmisión de sus órdenes, malestares y regaños.
Recientemente le expresó a través de Ramírez Cuevas su molestia por haber incorporado en su equipo a Roberto Valdovinos, que fue destituido como director del Instituto de Mexicanos en el Exterior, en 2020, tras una serie de acusaciones de acoso sexual. El año pasado Sheinbaum nombró a Valdovinos, que tiene el respaldo del padre Alejandro Solalinde, como uno de los organizadores de los llamados Diálogos por la Transformación, y cuando Ramírez Cuevas le transmitió el extrañamiento, la candidata respondió que no había estado al tanto de ese nombramiento y lo relevaría, reforzando la observación de López Obrador de que no está prestando atención a los detalles de su campaña.
La imposición más seria, porque tiene alcance en el campo electoral, es el rechazo tajante que dio López Obrador a la idea que externó en una reunión con gobernadores de Morena de que si bien se apegaría a las líneas que ha señalado el Presidente de forma incondicional, quería hacer modificaciones y no sólo arroparse en el radicalismo de la cuatroté, para buscar el apoyo de organizaciones de la sociedad civil que, aunque pudieran tener posiciones críticas al gobierno, no se encuentran en el ala de los más radicales, por lo que pensaba que habría posibilidades para sumarlos a su proyecto.
El Presidente, que no quiere saber nada de la sociedad civil y es profundamente intolerante a cualquier crítica contra él y su gestión, rechazó las ideas de Sheinbaum cuando se las comentaron. No se sabe qué hará la candidata, pero la desautorización le impediría acercarse a esos grupos e individuos para sumarlos. La postura radical de López Obrador excluye a organizaciones, periodistas e intelectuales y sectores de las clases medias a quienes potencialmente quería reclutar, lo que explicaría su declaración el domingo, que va en línea con lo que piensa el Presidente pero es contrario a lo que ella deseaba.
La subordinación de Sheinbaum ante las instrucciones, deseos o caprichos del Presidente, limita sus posibilidades de acción y favorece a la oposición. Sin embargo, aunque la información que sale de la campaña y Palacio Nacional sobre cómo están crujiendo los maderos en el barco cuatroté, no es suficiente para que la campaña de Gálvez sea competitiva. La opositora necesita hacer cosas que saquen provecho de las contradicciones y fricciones del Presidente con la candidata, y capitalice la debilidad que muestra Sheinbaum con esos reveses ante gobernadores y líderes de Morena, al quitarle autoridad.