Huauchinango, Pue.- En un salón con la pintura de las paredes descascarada por la humedad instalan las cuatro cámaras, cinco micrófonos, dos laptops y un cerebro del equipo audiovisual itinerante de los encargados de aplicar el nuevo sistema penal acusatorio en el estado.
Mientras, desde los parlantes se escucha la voz de José José con “El amor acaba”. El juez Vargas Carmona saca de un porta trajes su toga negra, su mazo y se acomoda un equipo de intercomunicación inalámbrico en la oreja izquierda. Sale de la sala. El encargado del equipo audiovisual pide a los presentes que se pongan de pie para recibir al juzgador.
Llega. “Se individualiza”, es decir da su nombre y pide a la defensa, al fiscal y al “justiciable” que hagan lo mismo.
Avisa que hay representantes de los medios de comunicación. Pide que alcen la mano. Pregunta al sujeto del juicio si está de acuerdo en su permanencia, no obstante el principio de publicidad de las audiencias. Explica que los datos personales del “justiciable” deben permanecer en el anonimato, que es su derecho.
Apercibe a los ajenos al juicio de restringir su permanencia si no “hay respeto y decoro”, a la prensa le previene que la reproducción de datos personales del justiciable está prohibida y en caso de no acatar la disposición se le podría procesar por desacato.
Inicia la sesión, dice el juez mientras da un golpe con su mazo de madera en una mesa. Escucha a la defensa que lee un largo documento con los argumentos para obtener la libertad de su “representado”, lo mismo hace el fiscal, pero en contra.
Vargas Carmona pide a ambos sus manifestaciones finales. Suspende la audiencia y sale 10 minutos a “deliberar”. Regresa y dicta. La sentencia interlocutoria favorece al justiciable.
Piden a todos ponerse de pie para despedir al juez. Se acerca al ahora ex interno, le dice que vaya por sus cosas a su celda mientras se hacen los trámites administrativos para que se vaya a su casa. Le “exige” no volver a delinquir, “ésta es una segunda oportunidad” le recomienda al hombre que pasó en la cárcel 13 años nueve meses y dos días.
La escena, vista muchas veces en series de televisión gringas como La Ley y el Orden, será lo común en los estrados judiciales del país una vez que termine la capacitación del personal, de los abogados y se cuente con la infraestructura adecuada en los Ceresos para este tipo de juicios.
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