Se publicaron ayer los indicadores de consumo e inversión en México durante el mes de septiembre. Hace una semana le decía que esperaba que, en el trimestre, el primero se contrajese -12% y el segundo -20%, como resultado de un gran incremento en el saldo en cuenta corriente que, por obligación, implica una contracción de la demanda interna si el PIB está atorado, como es el caso.
Felipa Obrador y los terrenos del Tren MayaMujeres, nombramientos y huesosEl consumo durante el tercer trimestre se contrajo -13% y la inversión -18%, así que aunque el efecto conjunto es el mismo que comentamos, la distribución entre hogares y empresas fue un poco diferente. Para el mes de septiembre específicamente, el consumo ya logró cruzar la marca de -10% en datos originales (-11% en desestacionalizados), pero la inversión tuvo una recaída.
En octubre ocurrirá algo similar, porque nuevamente tuvimos un récord en balanza comercial e ingreso de remesas. Si le sumamos a eso que el indicador oportuno de actividad económica de INEGI para ese mes tiene un leve incremento contra septiembre, esto significa que consumo e inversión siguen deprimidos. Las importaciones de esos dos rubros, de hecho, sufrieron un retroceso en octubre, regresando a caídas de -34 y -18%, respectivamente.
Si los últimos dos meses del año repiten en lo esencial el comportamiento de octubre, entonces podríamos esperar que el PIB de 2020 se contraiga -9%, como es la opinión mayoritaria entre expertos, pero la demanda interna, es decir, lo que consumimos e invertimos los mexicanos, superaría -11%. Si usted recuerda las estimaciones que presentó esta columna, esta última cifra era el escenario principal. En términos de la demanda interna, efectivamente se cumple. En el PIB completo, el impacto de una recuperación más acelerada en Estados Unidos, y por lo tanto en nuestras exportaciones (agropecuarias y manufactureras), explica la diferencia.
Esto es relevante para imaginar 2021. Aunque es posible que las exportaciones se mantengan en el nivel actual (es decir, récord), el resto de la economía sigue muy por debajo de donde estaba. Las personas no están comprando mucho, y las empresas invierten todavía menos. Ambas tendencias ya estaban presentes desde antes de que llegara el virus, y por eso no puede abrigarse esperanza de gran crecimiento una vez controlada la enfermedad.
La inversión, como sabe usted, tiene un comportamiento negativo desde la cancelación del aeropuerto. Todos los meses, con la única excepción de enero de 2019, ha caído en comparación anual. El consumo, que tenía un crecimiento promedio anual de 2.5% a inicios de este gobierno, para fines de 2019 ya promediaba 1% anual, y en los siguientes meses tuvo contracción, antes también de la llegada del virus. Esto, a pesar de los incrementos importantes en salario mínimo, por cierto.
Aunque es de esperarse que los datos mensuales sean menos negativos conforme la base de comparación sea menor (es decir, especialmente a partir de marzo próximo), el nivel seguirá siendo inferior al del tercer trimestre de 2018. Para mediados de año (la elección), el PIB será casi 5% inferior, el consumo estará cerca de esa cifra, pero la inversión muy posiblemente no alcance ni el -15%. Es decir, la demanda interna será 8% inferior a la que se tenía antes de este gobierno.
Los datos al cierre de 2021 serán similares y, a partir de ahí, el crecimiento anual puede ser de apenas 1% anual. La tendencia de 2-2.5% previa a 2018 ha desaparecido bajo esta administración. Por eso el sexenio terminará con un crecimiento cero, en el mejor de los casos, pero con un nivel de bienestar inferior: menos consumo, menos empleo formal (menos inversión). Destruir tiene costos.
Columna Fuera de la Caja de Macario Schettino en El Financiero
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