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Martes, 8 de Octubre de 2024

Afganistán, el costo de un error grave

Para los demócratas perder la mayoría en el Congreso el próximo año, como es posible que suceda, implicará que en términos prácticos la presidencia de Joe Biden sea breve
Jueves, 2 de Septiembre de 2021 09:44
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Municipios Puebla

MIAMI, Florida.- Partidarios y opositores del presidente Biden coinciden en que la retirada caótica de Afganistán tendrá un costo para Estados Unidos.

¿Tengan para que aprendan?Crónica del país de los “otros datos”Y ese costo “para Estados Unidos” incluye el costo para Joe Biden y su partido en las elecciones del próximo año.

Los republicanos saben que la pérdida de popularidad del presidente tendrá consecuencias electorales para los demócratas.

En noviembre del próximo año se elige una tercera parte del Senado. Treinta y cuatro escaños estarán en disputa, y con uno solo que los republicanos le arrebaten a sus competidores, volverán a tener el control de la Cámara alta.

En la actualidad están 50-50, por lo que el voto de calidad de la vicepresidenta Kamala Harris cuando hay empate ha hecho avanzar la agenda del presidente.

Se renovará por completo la Cámara de Representantes, de 435 miembros. Actualmente los demócratas superan por sólo ocho diputados a los republicanos.

Con un presidente cuya popularidad se sitúa en la banda de los 40, el pronóstico no es halagüeño para su partido.

Perder la mayoría en el Congreso el próximo año, como es posible que suceda, implicará que en términos prácticos la presidencia de Joe Biden sea breve.

Que ese derrumbe suceda en 2022 va a depender, en alguna medida, del impacto que tenga en la población la retirada de Afganistán.

No es completamente cierta la generalización hecha por el exlíder demócrata Thomas O’Neill, de que “toda política es local”.

George W. Bush lo demostró. Su agresividad en el exterior lo reeligió.

Bill Clinton, cada vez que necesitaba recuperar popularidad, lastrada por las sucesivas revelaciones del escándalo con Monica Lewinsky, bombardeaba posiciones militares iraquíes.

Los habitantes y el gobierno de Iraq pagaban por una, digamos, tontería, que ocurrió en el sillón de la Oficina Oval de la Casa Blanca, a miles de kilómetros de Bagdad.

Los republicanos, que también quisieron salirse de ese país en el gobierno de Trump, percibieron el malestar generado aquí por la salida indecorosa y mal planeada de las tropas y equipo de apoyo, y van a atacar por ese flanco.

El domingo llegaron a la base aérea de Dover, en Delaware, los ataúdes con los restos de los 13 miembros del Ejército que fueron asesinados por ISIS-K en el aeropuerto de Kabul, en un atentado suicida que mató a 170 personas.

Las imágenes de ataúdes con jóvenes militares muertos (10 de ellos tenían 22 años o menos) son un trágico recuerdo de lo sucedido en Vietnam. Duelen, enojan, impactan.

Biden tuvo la valentía de ir a la base de Dover a recibir los cuerpos y hablar con los familiares de los jóvenes muertos.

También ha defendido con vehemencia la decisión política de sacar a Estados Unidos de esa guerra.

Ante la caótica salida estadounidense de Afganistán, Biden ha dicho que es imposible realizar una retirada en orden en una guerra inútil, y que de haber iniciado una evacuación paulatina desde abril, como se le reclama, en ese mismo mes se habría derrumbado el gobierno afgano.

Haber dejado una pequeña fuerza en Afganistán, sostiene el presidente, no iba a disuadir al extremismo afgano de realizar atentados como el ocurrido la semana pasada.

Era imposible sacar a todos los afganos que se involucraron en una guerra de 20 años.

Tampoco se podía escoltar a cada caravana que se dirigía al aeropuerto para escapar, pues se encuentra a 30 millas de Kabul.

Las explicaciones del presidente son débiles. ¿No podía el Ejército de Estados Unidos tomar los aeropuertos y vías de acceso para cubrir una retirada en pausa y con orden?

Ya no lo hizo. Ahora su tarea es otra: evitar que lo ocurrido estas semanas en Afganistán permee en la opinión pública y en su evaluación como presidente.

Tiene tiempo para demostrar, de aquí a noviembre del próximo año, que Estados Unidos sigue siendo la principal potencia económica, militar y tecnológica del mundo.

Que no hay mejor decisión que ser aliado de Estados Unidos, ni peor error que atacarlo.

Y que ese poderío se usa para mejorar la seguridad y las condiciones de vida de los habitantes de este país y de sus amigos.

De no lograrlo su presidencia va a naufragar, lo que sería trágico para la democracia en el mundo.

 

Columna de Pablo Hiriart

El Financiero

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