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Lunes, 11 de Noviembre de 2024

Fernández López, el niño de Morelia que cocinó su historia en Puebla

A Alfonso Fernández López la guerra civil española le cambió la vida; llegó a México en un barco que trajo a los Niños de Morelia y en Puebla formó la familia Fernández Casas que vivió años de gloria con el salón De Los Candiles del Parque España y se consolidó con La Bola Roja
Lunes, 25 de Julio de 2022 12:34
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Claudia Lemuz

Puebla, Pue.- Sobrevivió a la guerra, a la muerte de su primera esposa Gloria Casas y a la de Alfonso, su primogénito. Le tocó acompañar en la enfermedad a su segunda esposa, Lourdes Villalba, para juntos consolidar una familia que incluye 14 nietos y 10 bisnietos.

Una guerra lo separó de sus padres Alfonso y Antonia, de sus hermanas mayores Marina, Amelia y Carmen, y más tarde de las dos menores, Gracia y Mercedes. Salió de España en un barco junto con 455 niñas y niños, y casi los hunden antes de llegar a Veracruz.

Tras ingresar a un orfanato en Morelia, Michoacán, vino de vacaciones a Puebla, se fugó al Paseo Bravo y decidió que aquí escribiría su historia, la historia de Alfonso Fernández López, uno de los “Niños de Morelia”.

 

 

A sus 91 años de edad su vivacidad sólo desaparece cuando trae al presente recuerdos de la infancia. Se mantiene lúcido, jovial y durante la entrevista con Municipios Puebla se autodescribió como inquieto.

“Escuchábamos los aviones y nos pegábamos a las paredes. Después de las explosiones recuerdo muertos. Veía morir a mucha gente alrededor mío y no morí yo, no me tocaba. Dije ‹¡que suerte!›, pero no era suerte, era la bendición de Dios que me protegió”, comentó con la voz entrecortada.

Sus padres Alfonso y Antonia, con seis hijos en casa, tomaron la decisión de enviar a los tres más pequeños a México para intentar salvar su vida durante la Guerra Civil que vivió España entre los años 1936 y 1939 del siglo pasado.

 

 

El Comité de Ayuda a los Niños del Pueblo Español, presidido por María de los Ángeles A. de Chávez Orozco, en acuerdo con Amalia Solórzano Bravo, esposa del entonces presidente de México, Lázaro Cárdenas del Río, solicitó apoyo y envió a México a un grupo de niños, todos menores de 12 años de edad, a quienes la historia bautizó como “Los Niños de Morelia”.

Aunque su salida de Barcelona y su arribo a tierras mexicanas fueron avalados por los gobiernos de ambas naciones, en alta mar intentaron hundir la embarcación francesa Mexique en la que viajaban 456 infantes.

“El capitán tuvo que desplegar banderas de diferentes países en tono de paz, para que el barco fuera respetado y no nos hundieran”, recordó con tristeza.

La idea inicial era que las niñas y los niños fueran acogidos por familias de españoles radicados en México, sin embargo, cuando el 7 de junio de 1937 la embarcación francesa arribó a territorio mexicano todos fueron trasladados a Morelia donde los ingresaron a dos conventos expropiados por el general Cárdenas. En el más grande, dormían las niñas y en el pequeño los niños.

La fe de los recién llegados, criados en familias católicas españolas, fue puesta a prueba. Los ingresaron a los conventos, pero fueron instruidos para temer a los sacerdotes.

“Nos decían que no podíamos acercarnos a las iglesias o que las apedreáramos, porque si nos acercábamos nos iban a crucificar, y eso era pura mentira, pero como niños no sabíamos la verdad”, expresó Alfonso Fernández con los ojos húmedos por las lágrimas.

En el internado no les dieron clases, pero sí fueron adoctrinados para alejarlos de la fe católica en un país, México, donde la Guerra Cristera confrontó al Ejército del presidente Plutarco Elías Calles con los católicos entre los años 1926 y 1929 porque la Ley Calles redujo el poder de la iglesia.

Además de su fe, su temple fue puesto a prueba. Alfonso Fernández, uno de los más pequeños, recuerda que cuando humedecía la cama era reprendido con golpes por los cuidadores del internado que repartían 50 cinturonazos entre los que incumplían las reglas. “Todos corríamos, a mí sólo me tocaban cuatro o cinco.”

Los recuerdos no gratos del niño Fernández López respaldan las versiones de que el primer director de la Escuela Industrial “España-México”, Lamberto Moreno, tenía tendencias hispanofóbicas que provocaron el maltrato a los niños. Incluso, su salida de la institución se registró luego de que el niño Francisco Nebot Satorres murió electrocutado por accidente.

La conclusión del sexenio del general Cárdenas en 1940 redujo los apoyos económicos a Los Niños de Morelia. Las condiciones en las que vivían en las escuelas iniciales provocaron que algunos huyeran y los que quedaron fueron distribuidos entre familias españolas. Las niñas, divididas en dos grupos, llegaron al orfanato Divino Pastor en Mixcoac y al convento de las Madres Trinitarias en Puebla.

Tras el cierre de la Escuela Industrial “España-México” en 1943, los que aún permanecían ahí fueron enviados a casas-hogar en la Ciudad de México.

Así transcurrieron los años y la derrota de los Republicanos Españoles, padres de Los Niños de Morelia, y el inicio de la Segunda Guerra Mundial cerró la posibilidad de que regresaran a sus hogares, porque los padres que no murieron huyeron a otros países de Europa.

El triunfo del militar Francisco Franco fracturó la relación diplomática de España y México: Cárdenas había respaldado a los republicanos y se perdió la posibilidad de repatriar a los menores, quienes se convirtieron en los primeros exiliados de unos 30 mil españoles que llegaron huyendo del horror de la guerra civil de su país.

 

 

 

Inició en El Paseo Bravo, conoció a Ruiz Cortines y luchó contra el Rayo de Jalisco

 
A los siete años de edad Alfonso Fernández López llegó a Puebla sin saber que se convertiría en uno de los restauranteros más prominentes de la entidad.

 

 

Fue en la década de los años treinta cuando Los Niños de Morelia visitaron Puebla. Los hospedaron en lo que actualmente conocemos como el antiguo Hospicio, ubicado en la avenida Reforma, entre las calles 7 y 9 Norte.

Recuerda que salió del hospicio y caminó hacia el Paseo Bravo donde intentó montar una bicicleta, sin saber que tenía un costo. Ahí, conoció a José Carreño cuando le pagó el paseo en bici y tras tratarlo unos días y en acuerdo con su hermana Gracia, le dio cobijo para evitar que regresara a Morelia.

“Me quedé con él, aunque nos persiguió la policía, porque era cosa de Lázaro Cárdenas y del gobierno. No querían que nos saliéramos, pero yo me escapé y luego fueron otros 15”, narró con un toque de picardía.

José Carreño y su esposa Carmen lo adoptaron pese a la negativa inicial de las autoridades. Le ofrecieron su casa, sin saber que con dicho acto darían una oportunidad al paladar de los poblanos.

Pasaron los años y ya como adolescente Alfonso Fernández estuvo en la Ciudad de México trabajando en El Nuevo Mundo, bazar de Joaquín Martínez, familiar de José Carreño, donde tuvo acercamiento con Adolfo Ruiz Cortines, ex presidente de México, cuando llegó a empeñar su pistola.

Ruiz Cortines necesitaba recursos porque buscaba ser gobernador de su natal Veracruz. Y lo logró, pero no sólo gobernó Veracruz de 1944 a 1948. Cuatro años después, en 1952 se convirtió en presidente de México.

Alfonso Fernández regresó a Puebla. Trabajó en la Cristalería Díaz y como los jóvenes de su edad iba a nadar en Agua Azul, donde conoció a un empresario de México que lo invitó a trabajar en un cabaret.

Su inquietud lo hizo regresar a Ciudad de México, donde una vez más tuvo muestras de que dios cuidaba de su vida, dijo, cuando un par de hombres lo atacaron. Uno de ellos le disparó y la bala se desvió e incrustó en una parte de la barra del cabaret. Sorprendentemente, afirmó, no le hizo daño.

Aunque tenía contacto con las mujeres que ofrecían sus servicios en el cabaret, no se involucró con ninguna. “Yo quería una vida completa”, manifestó con la convicción que le permitió a lo largo de su vida mantener dos matrimonios de más de 30 años cada uno.

 

 

En el Distrito Federal también fue luchador y se enfrentó a Maximino "Max" Linares Moreno, quien inició su carrera en 1950 bajo el nombre de "Míster Misterio" que luego cambió a "Águila Negra» y en 1960 se transformó en "El Rayo" y en 1962 en  "El Rayo de Jalisco", uno de los luchadores más destacados de su época.

 

De celador a restaurantero

 
José Carreño le pidió que regresara a Puebla y así lo hizo. Antes de incursionar en la gastronomía, Fernández López trabajó en la Cristalería Díaz, en abarrotes Pellico y en dos fábricas textiles “San Joaquín” y “El Triunfo”.

Transcurridos los años, conoció a Joaquín Díaz Cid, fundador del Club Puebla, propietario de la fábrica “La Blanca” y quien tenía a su cargo El Terraza, restaurante del Parque España administrado por su hijo Carlos.

 

 

Al pasar de los años los Fernández Casas adquirieron la operación del restaurante Terraza. La visión de negocio de Alfonso Fernández y la administración minuciosa de su esposa Gloria Casas les permitieron una expansión para operar también el salón De Los Candiles del Parque España, donde la élite poblana realizó en las décadas de los años cincuenta y sesenta sus reuniones sociales y los eventos con mayor poder de convocatoria por las dimensiones del espacio.

El auge de los Fernández Casas tuvo el acompañamiento de Alfonso Ramos, quien asesoró inicialmente a don Alfonso para organizar bailes al grado de que durante el movimiento estudiantil en Puebla, en la década de los sesenta, autoridades estatales le solicitaban organizar fiestas para distraer la atención de los inconformes y reducir la tensión.

Fernández López también estuvo al frente de los tradicionales bailes “Blanco y Negro” promovidos por la Cruz Roja.

 

Desfile de Estrellas en el salón De Los Candiles

 

Durante los 23 años que los Fernández Casas estuvieron al frente del área de eventos sociales por el Parque España desfilaron los artistas nacionales e internacionales del momento.

El restaurante Terraza, el salón De Los Candiles y la Galería del Parque España, se unían para hacer del espacio un gran salón donde llegaron a tocar tres orquestas en una misma noche, una al centro y dos en los extremos.

La familia Fernández Casas fue anfitriona del italiano Torre Bruno, de Julio Iglesias, de Mocedades, de Luisito Rey y José Dámaso Pérez Prado, conocido como “El Rey del Mambo”.

 

 

También recibió a la Sonora Matancera de Cuba, la Sonora Santanera, Benny y su Grupo, Rigo Tovar y su Costa Azul, Chelo y su conjunto, Hugo Avendaño y Graziella Garza, Las Hermanas Castillón, Los Dominics, Los Pianos Barrocos y Los Violines Mágicos de Villafontana.

A solistas como José José, Emily Cranz, Angelita Castany, Alberto Vázquez, Manolo Muñoz y Massiel.

Los hijos de Fernández López también recuerdan la presencia de las vedets Zulma Faiad y Lyn May, del conductor León Michel, y las actuaciones de comediantes como Los Polivoces y Carmen Salinas.

 

 

Además de artistas poblanos como Los Hermanos Paz, Caras y Gestos, Liz y Paco, Grupo Mariachi, La Generación y Dos Más Dos.

Cada semana dos o tres familias se daban cita en el Parque España para realizar bodas, primeras comuniones o bautizos.

Los fines de año el salón De los Candiles se engalanaba con las posadas organizadas para el Banco de Oriente, Banco de Puebla y Banco de Comercio, ahora Bancomer.

El Instituto Mexicano del Seguro Social también realizaba sus eventos ahí, lo mismo que la Cruz Roja, que organizaba el baile anual tradicional “Blanco y Negro”.

 

Del Parque España a la tradicional Bola Roja

 

En el restaurante El Terraza del Parque España en la década de los años setenta, recuerda con orgullo, cumplió el deseo del candidato presidencial Luis Echeverría Álvarez: servir chalupas a mil invitados.

El reto era que los mil comensales recibieran al mismo tiempos sus chalupas, preparadas en ese instante, para que no terminaran siendo chilaquiles, explicó Alfonso Fernández con una sonrisa que no desaparece a sus 91 años de edad.

Para atender la exigencia del candidato priista contrató a más de cincuenta chaluperas y las instaló a un costado del Parque España para que todo lo prepararan al momento.

Ese día, don Alfonso Fernández y su esposa Gloria Casas sirvieron un banquete para mil personas con chalupas, sopa campesina y pollo con mole poblano. Además, agua de jamaica, café de olla y dulces típicos poblanos.

En la foto que acompaña esta entrevista figura Fernández López frente a María Esther Zuno Arce, esposa del candidato a la presidencia de la República, y Gloria Casas.

 

 

Su buena cocina y servicio permitieron que en el sexenio 1970-1976 el presidente de México le contratara chiles en nogada para centenares de personas. Tradición que siguieron otros mandatarios, que mandaban pedir cientos de chiles en nogada a su nuevo restaurante: La Bola Roja.

 

La mejor comida poblana vendida por un español en La Bola Roja

 

Durante los 23 años que estuvo al frente de El Terraza Alfonso Fernández tuvo acercamiento con Ángel Carnicero porque comercializaba productos para elaborar cocina española.

Carnicero lo acercó con Teresita Irigoyen, propietaria del restaurante La Bola Roja, creado en 1924 por su padre, con dirección en la 17 Sur 1305, en el Portal de Santiago.

Después de administrar el restaurante Del Bosque en la zona de los Fuertes —donde se llevó a cabo en 1972 la primera Feria de Puebla; los espacios del Parque España y la cafetería de Finanzas en lo que ahora se conoce como Hotel Aristos—, los Fernández Casas adquirieron su primer restaurante: La Bola Roja.

Cuando lo compraron, La Bola Roja tenía la característica de ofrecer servicio en el carro, debido a que algunos de sus clientes se estacionaban frente al portal y buscaban privacidad, porque generalmente los conductores no iban acompañados de sus esposas.

 

 

Un día, narró Fernández López, un hombre entró a La Bola Roja que era administrado de manera directa por su esposa Gloria Casas y le exigió que fuera a su mesa a sentarse con él. Ante la negativa que recibió, sacó un arma corta y la colocó en la mesa.

Gloria Casas le manifestó que venía de familia de militares, quienes le habían enseñado que un arma sólo se exhibía si iba a ser utilizada. El hombre, avergonzado, salió del lugar.

Tras ese episodio Gloria Casas canceló el servicio a carro y dio un giro familiar al restaurante, lo que les valió reconocimientos de países como Estados Unidos, Francia y España. Y a ambos los llevó a la televisión: se presentaron en varias ocasiones en el programa “Operación Convivencia” de Televisa, a invitación del “Señor Televisión”, Paco Malgesto y de Lupita Olaiz.

 

 

Su visión de negocio y apuesta por platillos distintos, como los escamoles, la sopa de sesos, la sopa de médula y comida tradicional de la gastronomía poblana, como el mole, las chalupas, los chiles en nogada y el mole de caderas, hicieron de sus restaurantes un referente, al grado que los políticos locales y nacionales del momento, contrataban sus servicios para agasajar a sus invitados.

“Me hablaba el Estado Mayor Presidencial y me decían: señor Fernández vamos a querer 200 chiles en nogada para mañana o pasado, me daban fecha. Van a pasar a recogerlos y le van a pagar ahí. Doña Refugio, la cocinera, hacía todo bien”, recordó, dando mérito al personal que lo acompañó en su camino como empresario restaurantero.

Incluso íbamos a servirlos a la Ciudad de México, a petición del presidente en turno, o venían por ellos a La Bola Roja en helicóptero y los mandábamos preparados, contó orgulloso.

El tino en los negocios, con el paso de los años, le permitió crecer el número de sucursales. La primera fue instalada en la llamada Zona Esmeralda, en el Barrio de Santiago, la segunda en Plaza Dorada, y por último la de Plaza Loreto.

 

Apogeo y reconocimientos a Fernández López

 

A La Bola Roja se asistía a comer platillos que caracterizan a la cocina poblana, una de las más representativa de la comida mexicana, declarada a partir de 2010 Patrimonio Cultural Inmaterial de la Humanidad por la Organización de las Naciones Unidas para la Educación, la Ciencia y la Cultura (Unesco).

 

El impulso que dio Fernández López al sector restaurantero lo llevó a ser el primer delegado de la Cámara Nacional de la Industria Restaurantera y Alimentos Condimentados (Canirac).

 

 

La calidad que alcanzó la cocina y el servicio que ofrecían en La Bola Roja les valió recibir reconocimientos en España y Francia, como la Cofradía de San Lorenzo en octubre de 1977, y Le Cordon Bleu (en español: El Cordón Azul) en octubre de 1980.

Si bien la Revolución francesa abolió las órdenes de caballería, el nombre Le Cordon Bleu es sinónimo de excelencia en cualquier ámbito y en especial en el culinario para identificar a los chefs del más alto nivel.

 

 

El 16 de julio 1978 la Armada de los Estados Unidos también entregó un reconocimiento al matrimonio Fernández Casas por su excelencia en el ramo restaurantero.

 

Alimentó a los osos y leones de Africam Safari

 

Un día que estábamos en Africam, un chango me dejó sin comida, se la llevó, cuenta sonriente Fernández López.

En medio de las expresiones de felicidad que se asoman a sus rostros, Alfonso Fernández y su hijo Juan Carlos, recordaron la experiencia de darle de comer a animales como osos, leones y tigres.

A los osos les bajaban cubetas con zanahorias, mientras que los leones esperaban a la presa para bajarla de la camioneta. Sólo el líder de la manada se acerca al vehículo para retirar la comida y una vez que había terminado, nos alejábamos sin que nos agrediera.

Pero con los tigres, es diferente, advirtió, “a esos hay que tenerles cuidado, porque son ladinos.”

Ante el éxito de su carrera como restaurantero, el fundador de Africam Safari, Carlos Camacho Espíritu, le pidió que se hiciera cargo de la cafetería del nuevo parque de diversiones de Puebla, en la década de los años setenta. Ya había operado el restaurante del Parque España, la cafetería de la Secretaría de Finanzas y el restaurante Del Bosque.

Ante la lejanía de las instalaciones, Alfonso Fernández declinó la invitación de Carlos Camacho, a quien recuerda con su tigre que lo acompaña hasta al banco. Frecuentemente, dijo, lo encontraba en la sucursal ubicada sobre la calle 25 Poniente de la capital poblana.

 

 

"El tiempo te lleva a que hagas algo útil para la vida"

 

Alfonso Fernández admite que más que una pasión o gusto por la cocina, fueron las circunstancias de la vida las que marcaron su destino. Un camino en el que se jacta de nunca haberle robado a nadie, incluidos sus trabajadores.

A los trabajadores hay que cumplirles. En la vida no se le debe robar a nadie; por eso sus propinas las cobraban ellos cuando trabajan conmigo.”

 

México es su patria

 

Al paso de los años tuvo oportunidad de volver a ver a su madre, y a sus hermanas, tanto a las mayores Marina, Amelia y Carmen, como a las menores Gracia y Mercedes, quienes formaron sus familias en México.

Ante la interrogante de qué país le gusta más respondió sin dudar: “Nací en España, pero yo, nací en México. No hay mucho de dónde escoger.”

Le importa México porque aquí está su esposa Lourdes, su familia y sus amigos.

 

¿Y el tesoro que llegó con Los Niños de Morelia?

 

Los Niños de Morelia llegaron al Puerto de Veracruz en el Mexique, sin sus padres, pero acompañados de un segundo barco, lleno de oro, joyas y obras de arte, en especial pinturas, afirmó Fernández López.

Conforme se diluyó la posibilidad de regresar a España, desaparecieron los artículos y la información sobre el contenido del segundo barco y el destino que tuvo o en manos de quién quedó.

Dos años después de que llegaron Los Niños de Morelia a territorio mexicano un segundo barco, dice la historia, trajo el tesoro republicano del Vita. 

 

 

Durante los años de enfrentamiento en la Guerra Civil española, el gobierno republicano reunió recursos que trasladó a Francia ante el inminente triunfo del bando franquista, de acuerdo con lo escrito por Carlos Ferri en 2016 para el periódico El País.

“Lo reunido eran joyas de depósitos privados del Banco de España y del Monte de Piedad de Madrid, monedas de oro, reliquias de la catedral de Toledo, un relicario con uno de los supuestos clavos de Cristo y una valiosa edición del Quijote”.

“Desde Francia deciden enviarlo a un lugar más seguro, y este es México, donde contaban con el apoyo del presidente Lázaro Cárdenas”, declaró en 2019 Aurelio Velázquez, doctor en Historia por la Universidad de Salamanca e investigador de Historia Contemporánea en la UNED, quien concedió una entrevista a Carlos Carabaña para el periódico La Vanguardia.

“El 22 de marzo de 1939 atracaba en el puerto de Veracruz el yate Vita, aunque finalmente fue desviado hasta el puerto de Tampico en ausencia del Dr. Puche, comisionado por Negrín para receptar el cargamento. Indalecio Prieto, quien había arribado a México tan solo unas semanas antes, vació la carga con autorización del gobierno mexicano para trasladarla después a la ciudad de México”, escribía el periodista mexicano profranquista Alfonso Junco Voigt, que mantuvo variadas polémicas con Prieto, en su libro El gran teatro del mundo (1947).

“Prieto habla directamente con Cárdenas, y es tan convincente, no sabemos qué hace, que este permite el desembarco y hasta fleta un tren del Ejército para llevarlo a la Ciudad de México, luego se desentiende y deja que los españoles hagan lo que quieran”, cuenta Aurelio Velázquez.

Parte del tesoro referido, se presume, terminó en el Nevado de Toluca, a donde realizaron expediciones en el año 2010.

La disculpa del Rey de España

 

Don Alfonso Fernández tiene, sin embargo, su propio tesoro: su trabajo, esfuerzo y fe le permitieron volver a reunir a todas sus hermanas durante la boda de su hijo Alfonso.

 

 

Además de viajar al país donde nació, para recibir una disculpa pública en 1987 del Rey Juan Carlos de España por no haber hecho lo necesario para que Los Niños de Morelia regresaran a su patria. Esta es parte de una historia, su Historia, escrita durante 91 años.

 

 

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