Dos veces publicó Proceso —en 2010 y en 2019— una entrevista que concedió Ismael el Mayo Zambada a Julio Scherer, fundador de la histórica revista que tristemente hoy está en crisis. Como la perversidad de la DEA, el amarillismo del New York Times y el odio de la derecha mexicana hacia AMLO han puesto otra vez de moda al líder del cártel de Sinaloa, sintetizaré enseguida ese trabajo de don Julio:
En 2019 los editores de Proceso calificaron el encuentro entre Scherer y Zambada como “un hito en la historia reciente del reporterismo en México”. ¿Fue una entrevista así de relevante? No lo sé, pero supondré que sí.
También en 2019 la redacción de Proceso dijo que “la portada en la que aparece Scherer García junto al Mayo Zambada, fue usada este día en el juicio que se le sigue a Joaquín El Chapo Guzmán en Nueva York”.
Julio Scherer empezó su escrito sobre lo que habló con el Mayo recordando que “un día de febrero —de 2010— recibí en Proceso un mensaje que ofrecía datos claros acerca de su veracidad”.
A don Julio le informaban que Ismael Zambada deseaba conversar con él.
“La nota daba cuenta del sitio, la hora y el día en que una persona me conduciría al refugio del capo”.
Scherer se inquietó, no por temor, sino por el hecho de que si narraba en Proceso el encuentro con Zambada, “inevitablemente debería contar las circunstancias y pormenores del viaje, pero no podría dejar indicios que llevaran a los persecutores del capo hasta su guarida”.
El fundador de Proceso iba a actuar solo como reportero que daría a conocer información, “pero evitaría los datos que pudieran convertirme en un delator”.
Scherer dio detalles acerca del cuidado que tuvo el capo para que su gente condujera al periodista a su escondite: “Mi acompañante y yo abordamos un taxi del que no tuve ni la menor idea del sitio al que nos conduciría. Tras un recorrido breve, subimos a un segundo automóvil, luego a un tercero y finalmente a un cuarto. Caminamos en seguida un rato largo hasta detenernos ante una fachada color claro”.
Llegaron a una casa donde don Julio y su acompañante pernoctaron. Contó: “Nos levantaríamos a las siete de la mañana”. Y “a las ocho del día siguiente desayunamos en un restaurante como hay muchos”.
Mucho más tarde, ya en la noche, “viajamos en una camioneta, seguidos de otra. La segunda desapareció de pronto y ocupó su lugar una tercera. Nos seguía, constante, a cien metros de distancia”.
Viajaron entre “planicies y montañas”. Y “por veredas y caminos sinuosos ascendimos una cuesta y de un instante a otro el universo entero dio un vuelco”.
Al fin llegaron “al refugio del capo, cotizada su cabeza en millones de dólares, famoso como El Chapo y poderoso como el colombiano Escobar”.
Ismael Zambada saludó con amabilidad a don Julio.
“A corta distancia del narco, los guardaespaldas iban y venían”.
Scherer, su acompañante y El Mayo almorzaron “jugo de naranja y vasos de leche, carne, frijoles, tostadas, quesos que se desmoronaban entre los dedos o derretían en el paladar, café azucarado”.
Hablaron de la familia, la del Mayo. Dijo el capo: “Tengo a mi esposa, cinco mujeres, quince nietos y un bisnieto”.
Dijo más Zambada: “El monte es mi casa, mi familia, mi protección, mi tierra, el agua que bebo”. La tierra siempre es buena, el cielo no.
El Mayo no aceptó que don Julio grabara la plática. “Otro día”, prometió: “Tiene mi palabra”.
Scherer calculó la estatura de Zambada: 1.80.
Pregunta del reportero: “¿Algunas veces ha sentido cerca al Ejército? Respuesta del capo: “Cuatro veces. El Chapo más”.
¿Tiene miedo todo el tiempo? Respuesta: Todo el tiempo.
Otra pregunta: “¿Lo atraparán, finalmente?”. Nueva respuesta: “En cualquier momento o nunca”.
Julio Scherer escribió: El Mayo “sabe esconderse, sabe huir y se tiene por muy querido entre los hombres y las mujeres donde medio vive y medio muere a salto de mata”.
Criticó el Mayo a las fuerzas armadas del Estado: “Los soldados, rompen puertas y ventanas, penetran en la intimidad de las casas, siembran y esparcen el terror”.
¿Y si arrestan al Mayo o se entrega? “Un día decido entregarme al gobierno para que me fusile. Mi caso debe ser ejemplar, un escarmiento para todos. Me fusilan y estalla la euforia. Pero al cabo de los días vamos sabiendo que nada cambió”.
Nada cambiará si lo arrestan, dice el capo, porque “el problema del narco envuelve a millones”.
Se va más lejos: “El gobierno llegó tarde a esta lucha y no hay quien pueda resolver en días problemas generados por años”.
Y es que el Mayo ve “infiltrado el gobierno desde abajo”.
Al presidente —el fallido Felipe Calderón— “lo engañan sus colaboradores. Son embusteros y le informan de avances, que no se dan, en esta guerra perdida”.
Terminó la charla y se tomaron la fota, que fue portada de Proceso.
Columna de Federico Arreola
Foto: Especial
cdch
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