La presidenta de la Comisión Europea, Ursula Von Der Leyen, realiza su octavo viaje a Kiev para reunirse con el presidente Volodimir Selenski para anunciarle personalmente un nuevo paquete de ayuda económica, esta vez, de 39 mil millones de dólares. Dicha cifra se financia de los beneficios que han dejado los activos congelados de Rusia por occidente; en este contexto, la alta funcionaria europea afirmó: “los constantes ataques rusos significan que Ucrania necesita el apoyo continuo de la Unión Europea. Comienza la temporada de frío en dos semanas y los ataques rusos contra la infraestructura civil de energía buscan causar los máximos daños. Ayudaremos a Ucrania en sus valientes esfuerzos para superar esto”.
Ciro y no todos pueden darse el lujo de irse a La ChingadaSeñor economista en jefe de BBVA, no sea usted mamónLo anterior, se ve acompañado de la decisión de la Organización del Tratado del Atlántico Norte (OTAN) para que Ucrania pueda utilizar proyectiles franco-británicos en objetivos ubicados al interior del territorio nacional ruso. Se sabe además, que hay un crédito programado del Grupo de los 7 sobre 50 mil millones de dólares para Ucrania.
Una de las líneas rojas que se ha cruzado en este conflicto de más de dos años, tiene precisamente que ver con la utilización de misiles, necesariamente operados por personal de la OTAN, contra objetivos rusos en su territorio nacional. La respuesta del gigante oriental no se hizo esperar y el presidente de la Duma (cuerpo legislativo ruso), Viacheslav Volodin, señaló que: “el parlamento europeo es responsable de crear las condiciones para una guerra nuclear al llamar a los países del continente a autorizar a Ucrania el empleo de misiles de largo alcance contra objetivos en territorio ruso”. Volodin, que es un decidido promotor de la guerra contra Europa, agregó: “Rusia responderá con armas mucho más potentes. Nadie debe hacerse ilusiones respecto a otro resultado. La Duma insiste en ello”.
En una alocución más amplia, el propio diputado ruso cuestionó si los representantes europeos habrían preguntado a sus electores antes de tomar esa decisión, poniendo en duda si el europeo promedio está de acuerdo con la guerra. En una retórica aún más agresiva, enfatizó: “lo que dura el vuelo de uno de nuestros misiles Sarmat hasta Estrasburgo, es de 3 minutos y 20 segundos”. Cuatrocientos veinticinco diputados europeos votaron a favor de esta medida militar contra ciento treinta y uno en contra y sesenta y tres abstenciones mediante un extraño eufemismo que señalaba: “levanten inmediatamente todas las restricciones al uso de los sistemas armamentísticos occidentales proporcionados a Ucrania contra objetivos militares legítimos en territorio ruso”. Es destacable que, dichos sistemas, sólo pueden ser operados con apoyo de geolocalización proporcionado por los satélites de la OTAN. Las anteriores medidas llevan a un escenario de fase pre bélica a las grandes potencias nucleares del mundo; hace sólo 5 días, el presidente de la federación rusa, Vladimir Putin, advirtió: “Si la OTAN autoriza a Ucrania el uso de misiles de largo alcance contra objetivos en territorio ruso, significará que entrará en guerra con Rusia, y nosotros adoptaremos las medidas correspondientes”.
Es insoslayable referir que en el frente oriental, haya un claro alineamiento entre los intereses rusos y los iraníes; y que, en el continente asiático, la proximidad de la guerra entre Irán e Israel ha crecido significativamente en función de las distintas medidas militares que el gobierno israelí ha tomado en Líbano contra la milicia pro iraní, Hezbulá, que ha incluido bombardeos sobre objetivos seleccionados en Líbano y el estallido de miles de localizadores distribuidos a diversos mandos de la milicia libanesa y otros grupos.
Podemos percatarnos de que los alineamientos, hace tres años inexistentes, ahora conforman bloques cada vez más sólidos en distintos teatros de operaciones; así, la China comunista, la Rusia ortodoxa y el Irán chiita, antes separados ideológica y políticamente, empiezan a constituir un peligroso bloque contra los aliados norteamericanos, y todo esto cuando el comandante en jefe del ejército más poderoso del mundo, Joe Biden, está evidentemente incapacitado para tomar las decisiones ejecutivas que pueden presentarse en una crisis como la actual.
Un prudente racional estratégico sería afirmar que hemos pasado de una posibilidad de menos del 5% a una de más del 50% para el escenario de una guerra nuclear convencional, y más de un 25% para la catastrófica guerra termonuclear global. Sin embargo, como la rana en el agua caliente, la sociedad occidental, mexicanos incluidos, no estamos percibiendo en su justa dimensión la muy escalada retórica rusa y la constante transgresión de las declaradas líneas rojas por parte de los aliados occidentales. Nadie está marchando pidiendo la paz, la ONU y los gobiernos de los neutrales y no alineados no están tomando medidas de presión, las ensimismadas nuevas generaciones parecen marchar rumbo al cataclismo con la vista puesta en el TikTok que reproducen las pantallas de sus teléfonos.
El punto de no retorno suele presentarse cuando, inadvertidamente, se trastocan elementos que una de las partes considera como de profunda agresión a los valores medios de sus Estados. En el caso de Rusia, parece evidente que se trata del estallido de misiles de fabricación occidental en su territorio nacional. No está claro el por qué, el consenso general que habían alcanzado los occidentales de no traspasar esa línea roja, ahora está rebasado pues, además de la resistente presencia de tropas rusas en el Donbás, el último precedente fue la invasión del ejército ucraniano a la región rusa de Kursk, por lo que es esperable que Rusia interprete que hay una disposición de convertir el conflicto en un conflicto entre la OTAN y su país.
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Columna de Juan Iván Peña N. en SDP Noticias
Foto AFP
clh
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