Más allá de lo competitivas, las elecciones del 5 de noviembre en Estados Unidos son quizá, las más trascendentales que se hayan visto. Las enormes diferencias entre los partidos de Donald Trump y Kamala Harris hacen que dependiendo de quién gane, se marque el nuevo orden internacional que dominará posiblemente el resto del siglo.
El Jamaicón y el estilo personal como mecanismo de defensa: de AMLO a ClaudiaNo son santos. Celebran el horrorEn ese contexto, el impacto será muy grande en nuestro país, no sólo en lo económico, sino en seguridad nacional y regional, migración, integración y cooperación. Por su ubicación, México será el primer país al que la elección le impacte, y eso lo parece saber muy bien el gobierno de Claudia Sheinbaum.
Por un lado, Donald Trump busca impulsar un desarrollo nacionalista, empezando por debilitar los procesos de globalización y hacer de Estados Unidos una nación proteccionista.
Entre otras cosas, buscará llevar la industria automotriz a su país junto con toda la cadena de suministros; en energía impulsará proyectos de energías fósiles, con una mayor explotación de petróleo y sus derivados, incluyendo la generación eléctrica. En cuanto al T-MEC si llegase a sobrevivir, se tendrán extremas limitaciones porque la disparidad de las economías, que se acentuó en estos últimos cinco años, obliga a que las reglas cambien. En los temas de migración y seguridad las decisiones se tomarán de forma unilateral, sin consultas ni políticas conjuntas.
Por otro lado, con Kamala Harris las cosas son muy diferentes, mantiene una visión demócrata bajo un perfil de regionalización, es decir, fortalecer la región de Norteamérica que incluye a México. Así, en un nuevo complejo orden y relación con nuestro país, empezando por la parte económica, contempla explotar las ventajas competitivas que ofrece México para el nearshoring y la capacidad de generar energías limpias y renovables, aunado a la integración de los sistemas energéticos que compartimos, tanto en gas natural, como de electricidad; reformular la idea de un mercado energético; fortalecer la industria maquiladora y rehacer los sistemas de cooperación en términos de seguridad, migración y crimen organizado, todo lo cual requiere de importantes modificaciones en la revisión del T-MEC.
Lo más lamentable es que en las actuales condiciones, con cualquiera que gane, México pierde.
La administración de AMLO hizo todo lo contrario a lo que prometió, dijo defender la soberanía nacional y debilitó al país al grado de comprometer nuestra independencia. Estamos en el punto más bajo en cuanto a influencia, condiciones de negociación y muy comprometido frente a los polos políticos, Rusia y Estados Unidos.
A AMLO dejó de interesarle el mundo y se encerró en su palacio, pero abrió las puertas a Rusia y como resultado México tienen el mayor número de agentes rusos, espías a quienes les abrió el espacio aéreo y por si fuera poco, en el peor acto de sumisión, permitió que las fuerzas armadas rusas desfilaran en la ceremonia de independencia. Y no quedó ahí, ahora sabemos por el senador Yunes, que el litio que el expresidente dijo que sería de los mexicanos y hasta creó una empresa -que le dio a un familiar de la señora Tadei- lo van explotar los rusos, así de comprometida esta nuestra nación.
Si ganase Donald Trump el gobierno de Sheinbaum estará muy cómodo, ambos van por el nacionalismo, México se encerrará y buscará enlaces con Rusia y China, y Estados Unidos se cerrará y obligará a que México mande mano de obra barata y compre sus desperdicios.
Ni hablar de cooperación en seguridad y migración, Trump impondrá las sanciones, en el mejor de los casos, y acciones militares cuando lo considere. A cambio, posiblemente el fiscal Gertz Manero estará muy seguro de que, aunque el Mayo cante, no habrá consecuencias en México.
Otro punto son las reformas al poder judicial que limitarán la llegada de capitales extranjeros ¿quién querrá invertir en México si existe la supremacía constitucional con todo lo que eso implica?
Si bien, los impulsos autoritarios de AMLO se vieron frenados por la Constitución y se detuvieron reformas como la Ley de la Industria Eléctrica para que las empresas pudieran defenderse y mantenerse, ahora nada garantiza un Estado de derecho.
Si gana Kamala las cosas tampoco serán buenas, la propuesta demócrata implica que a México se le vea como un aliado comercial y político, pero bajo las estructuras políticas y legales actuales, es poco menos que imposible.
El regionalismo propuesto por Kamala considera la apertura de mercados que afectaría a la oligarquía cuatrotera, Slim y varios más tendrían que competir, innovar, capacitar y modernizarse, cosa que nunca les ha gustado, ellos prefieren gozar de los contratos del gobierno y el proteccionismo que les brinda.
De darse, la confrontación entre el gobierno de Kamala y Sheinbaum sería monumental y las acciones penales en contra del grupo de AMLO por sus presuntas ligas con el crimen organizado tensarían la relación y dejarían al país en una verdadera parálisis, con el desempleo y la pobreza como signo, pero el gobierno estará feliz, tienen todo el poder.
El panorama es negro y la presidenta parece no hacer más que continuar con las locuras de su antecesor mientras México va a la deriva.
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Columna de Manuel Díaz en SDP Noticias
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