Culpable la Generalitat también al haber nombrado a Emilio Argüeso como director de la Agencia Valenciana de Seguridad y Respuesta a las Emergencias. Su nombramiento se dio exclusivamente porque coadyuvó a la victoria de Carlos Mazón, dinamitando desde dentro el partido Ciudadanos en la Comunitat Valenciana, no porque tenga la capacidad para dirigir dicha agencia y menos aún para enfrentar desastres naturales. Las típicas compensaciones de la cochina política; como los premios —embajadas, consulados, senadurías—que López Obrador repartió a exgobernadores priistas que coadyuvaron a que Morena ganara en las entidades que gobernaban. Aquí, el valenciano estuvo peor; se trataba de salvar vidas.
Pero no nada más eso. Mazón había decidido terminar con la Unidad Valenciana de Emergencias; su propia forma de implementar una suerte de ‘austeridad republicana’. Algo parecido a la desaparición del FONDEN, porque había corrupción —nunca probada— en el mismo…
Pero la estulticia no se remite solo a Carlos Mazón y su equipo. Comprende también a integrantes del Partido Popular; incluye al Gobierno central, mismo que se negó a tomar la iniciativa el mismo martes ante la parálisis de Mazón y aduce que no podían entrar a Valencia porque el presidente de la Generalitat no les había dado la vía franca.
Después de tres días de dimes y diretes, negaciones y señalamientos, por fin las autoridades de diversos niveles se han puesto de acuerdo en organizar los rescates y afrontar la gravísima, catastrófica situación por la que pueblos del sur de Valencia capital atraviesan.
Apenas ayer la Generalitat pide más de 31 mil millones de euros al gobierno central para el pago de los destrozos y servicios sanitarios de todo tipo generados por la DANA.
El domingo, las autoridades llegaron a Valencia; se enfangaron y recibieron el enojo de los valencianos. Los políticos —Mazón y el presidente español Pedro Sánchez— salieron despavoridos huyendo ante los reclamos y agresiones de los vecinos, mientras que el rey Felipe VI y la reina aguantaron el enojo y terminaron caminando con los afectados. Hay diferencias. En México también las hubo; López Obrador nunca se paró en lugar de una tragedia (si fue a las bases militares), pues temía “lo emboscaran y ofendieran”. Pues sí, así sucede; hay quien prefiere estar solo para el apapacho…
Diferencias claras entre las tragedias en España y las que suceden en México: en la madre patria, y más desde que forma parte de la Unión Europea, las autoridades tienen que dar la cara, hay alto grado de transparencia y de rendición de cuentas. Y, aunque todavía NO es el momento, a los incompetentes se les fincará responsabilidades y rodarán cabezas. No deja de sorprenderme como en México continúa despachando el director del Instituto Nacional de Migración a pesar de la muerte de las cinco decenas de migrantes en Ciudad Juárez que lleva a cuestas.
A una semana de la tragedia ya se anunciaron cambios de política pública, de protección civil y en la edificación de infraestructura en Valencia (construcción en zonas de peligro y nuevos criterios para los estudios de impacto ambiental como requisito para iniciar obra pública y privada dentro de la Comunidad Valenciana). Me apena decir que en México las seguimos esperando, por ejemplo, para la costa grande y la costa chica de Guerrero...
Hoy, comparto con los valencianos el trasladarme a una de las zonas afectadas a solidarizarme y asistir a pequeñitos desconocidos porque lo que importante es ayudar. Observo como no les importa la ideología de los políticos o por quien votaron; exigen a unos y a otros que cesen las mentiras y su incapacidad. Eso sí, los presupuestos no se utilizarán para comprar voluntades y se “botará” a los que no sirvan.
Los ríos desbocados en el este de la provincia de Valencia dieron paso a siete días marcados por las pugnas políticas y la desolación (10 mil millones de euros los daños causados en el sector industrial y 1,900 en educación y cultura), pero también —afortunadamente— por la solidaridad de muchos.
Giro de la Perinola
(1) No es mi primera tragedia. En el ya lejano 1985, siendo aún niña; como miles de niños capitalinos, nuestros padres nos dieron la tarea de hacer tortas, separar, empacar, hacer despensas, acompañarlos a llevar mantas y lonas. En el terremoto de 2017, también en la Ciudad de México, al trabajar cerca de un hospital, nuestra oficina se convirtió en un voluntariado para las víctimas que llegaban y para sus familias. La solidaridad es parte del ser humano. Doblemente incomprensible, entonces, que políticos de cualquier lado, de ideologías diversas, se apendejen tan, pero tan feo.
(2) Un nuevo amanecer despunta en Valencia, los voluntarios tenemos ya tareas encomendadas, instrucciones claras a cumplir. Al final de la jornada, volveremos a casa con las botas llenas de barro y el espíritu —como en otras tragedias— desgarrado por el sufrimiento ajeno y henchido de compromiso por continuar apoyando un día más, siempre un poco más.
(3) Martes negro. En Estados Unidos se perfilan las elecciones más cerradas y complejas de la historia. El fantasma del fraude ya se grita en ambos bandos. El futuro del mundo en mucho depende de quien sea el próximo presidente de nuestro país vecino.
Mientras, en nuestro país, la discusión que se tendrá en la SCJN también marcará el devenir de México para muchos años.
Tiempos aciagos, sin duda. ¿¿¿Pero también tiempos sin ley???