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Viernes, 8 de Noviembre de 2024

El obradorismo y el trumpismo: dos fenómenos políticos de la misma clase

En el fenómeno de retrocesos democráticos, la característica principal es que tiene líderes carismáticos. Ello ha pasado con AMLO y Donald Trump
Viernes, 8 de Noviembre de 2024 08:54
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Municipios Puebla

Resulta casi inobjetable afirmar hoy que muchos países del globo han experimentado recientemente retrocesos democráticos. Sin embargo, a diferencia de lo que sucedía en el pasado, cuando tenían lugar golpes de Estado o asaltos militares, la corrosión de las instituciones democráticas ocurre desde el seno de la democracia misma.

Lo que vale para uno vale para otro¿Es este el tipo de oposición que queremos?Estos fenómenos se caracterizan en primer lugar por la presencia de un líder carismático, entiéndase un hombre disruptivo que es capaz de ganarse la voluntad de la mayoría del electorado mediante frases huecas, promesas vacías, y sobre todo, la presentación de soluciones sencillas para problemas complejos, formando en torno a sí mismo un aura de inviolabilidad, lo que se traduce, a la postre, en la profesión de un culto cuasi religioso hacia su persona.

Mezclado con una suerte de antielitismo, los líderes carismáticos azuzan a sus bases electorales presentando enemigos comunes, trátese de los conservadores, los migrantes o los políticos corruptos.

México y algunos países de América Latina han atestiguado este proceso. El caso de AMLO es bien conocido. Su gran personalidad y capacidades discursivas, sumado al ambiente de rechazo hacia las élites gobernantes, le llevaron a convertirse en el símbolo indiscutible de la mayoría de los mexicanos, dando así lugar al surgimiento de una ideología política llamada obradorismo.

Este fenómeno parecía limitado a América Latina. Sin embargo, el ascenso de Donald Trump como líder de la facción republicana en 2015 contradijo el paradigma. Con su discurso altanero y esa personalidad arrogante y cautivadora ( para algunos) desplazó a sus rivales de derechas  y devino en el personaje antisistema por antonomasia, emulando así a un puñado de líderes latinoamericanos que le precedieron en el gobierno de sus países.

En algún momento Trump declaró ufano que podría asesinar a alguien en la Quinta Avenida de Nueva York y nada sucedería. Y sí que tiene razón. De igual manera, si AMLO hiciera lo mismo en el Zócalo de la Ciudad de México, el efecto sería similar.

El trumpismo y el obradorismo, nutridos por el discurso del caudillo, no responden a realidades ni a la evidencia, sino que limitan sus acciones a la voluntad expresa de sus líderes. Sus seguidores no se creen las “mentiras” de los medios de comunicación, pues son corruptos y plegados a la mafia del poder, trátese de escándalos sexuales, intentos de aniquilamiento de las instituciones, falsos fraudes electorales o casos de conflicto de interés de sus hijos o propios.

Hoy Claudia Sheinbaum y los líderes del Congreso  mexicano buscan convertirse en los herederos del obradorismo, lo que, a mi juicio, no han conseguido. El trumpismo , por su parte, ha sido recientemente vigorizado con el triunfo en las urnas.

Desde mi perspectiva los movimientos políticos al estilo del trumpismo o el obradorismo son sobremanera perjudiciales para la salud democrática de una nación, pues no únicamente siembran la división y el encono, sino que erosionan las instituciones, lo que puede conducir, ante la debilidad del Estado, a un gobierno autocrático.

 

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Columna de José Miguel Calderón e SDP Noticias

Foto AP

clh

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