“No usaré cubrebocas”
AMLO no usará cubrebocas, dice que ya no contagiaMéxico registra 166 mil muertes y 65 mil casos activos de Covid166,731 muertes y más de 2 millones 130 mil infectados no han sido razón suficiente para que Andrés Manuel muestre un poco de humildad. Para que entienda la importancia de su ejemplo en el uso del cubrebocas.
El presidente de México ha convertido un acto de protección y de prevención en la salud —de solidaridad y de altruismo— en un tema político.
Ha desestimado el poder de un pedacito de tela, recomendado por la Organización Mundial de la Salud como una de las formas más fáciles y eficaces para contener la pandemia que arrasa al mundo.
No entender dicha función, es no querer comprender al mundo y, al mismo tiempo, sentirse el ombligo del mismo.
La necedad de López Obrador de no usar tapabocas es un hito de vergonzosa envergadura, máxime siendo cabeza de Estado.
Su afán por mantener su ideática posición, solo denota soberbia.
Debería recordar que es ejemplo para millones de personas y que si bien él podría estar sin tapabocas (porque todo un séquito de siervos le cuida y se mantiene a sana distancia), el resto de los mexicanos no (carecen de esas canonjías).
El colmo: mismo así, resultó infectado.
Ni siquiera su enfermedad logró volverle empático con los enfermos, ni con los familiares de tantos muertos.
Contra mi pronóstico, tras su recuperación, retomó el trillado discurso de quienes supuestamente le odian y, aun peor, esgrimió que se había enfermado porque “le tocaba” y porque tenía que salir a trabajar...
¡Venga ya! El primer mandatario se enfermó porque no se cuidó; porque no ha seguido las indicaciones de miles de profesionales serios; porque está embelesado con la voz del charlatán de Hugo López-Gatell.
Salir, sí, pero al exterior
Ninguno de los gobernantes del mundo que se han infectado argumentan semejantes charadas.
No cabe duda, AMLO debiera usar cubrebocas y, cuando la pandemia termine, viajar mucho al extranjero.
Expandir sus horizontes.
La necedad de no viajar y conocer esta actualidad (no la de hace 10 o 20 años), es inversamente proporcional a su cerrazón a encarar la realidad.
Aquí en México puede hablar de mafias del poder, de rifar un avión sin rifarlo o de aferrarse al uso de las energías más contaminantes. Pero en el extranjero no podrá hacerlo.
Allá tendría que enfrentarse a los molinos de viento capaces de generar energía eléctrica para todo un país (Portugal) o a granjas de energía solar cuya potencia puede mover a una ciudad entera (Ámsterdam).
Viajar le daría la oportunidad de entender que las mejores formas de hacer carreteras requieren ingenieros, para que los campesinos entonces tengan vías de comunicación para vender el producto de sus cosechas.
Le permitiría contemplar que los empresarios, obreros y gobiernos buscan las formas de trabajar en conjunto para salir más rápido de esta crisis económica.
Podría maravillarse ante los laboratorios privados de última generación donde, gracias al apoyo gubernamental, el conocimiento de cientos de científicos y la propuesta de la IP, se logró generar vacunas en un espacio muy corto de tiempo.
Viajar le haría ver lo anticuado y ruin que es el Tren Maya y la necesidad de cuidar tanto el ecosistema como todas las ruinas arqueológicas.
Podría entender lo que es contar con un “nodo” aéreo de en serio como habría sido Texcoco.
Viajando podría observar que a los ciudadanos no les coartan su libertad por exigirles el uso de mascarillas y, en cambio, sí resulta en la reducción de la tasa de mortalidad producto del virus.
Podría también observar cómo, para inocular contra el covid, solo se requiere una sola persona y no un grupo conformado por siervos de la nación, doctor, enfermeras, militares y “voluntarios”.
Viajar por el mundo le enseñaría que el Banco Central no se toca, que los soldados solo están para atender asuntos bélicos o de emergencia nacional.
Que las refinerías son caducas y que los coches de combustión interna están en vías de extinción.
Podría observar que los gobernantes piden perdón por el número de muertos por la pandemia (Reino Unido, Alemania) y que aceptan sus errores.
La ignorancia sale cara
Los viajes ilustran. Es una lástima que Andrés Manuel insista en solo ir a La Chingada y arrastrarnos en el camino.
La ignorancia sale muy cara. La necedad todavía más. Pero cuando van de la mano, los resultados son de pronóstico.
El mundo sigue girando, y López Obrador no se ha enterado. Su egocentrismo arroja terribles resultados.
Su soberbia y terquedad se puede contabilizar. Pero él, en su supina altivez, lo tiene claro: no usará cubrebocas y seguirá sin viajar.
Columna de Verónica Malo Guzmán
SDP Noticias
Foto: Archivom
cdch
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