Eileen Sullivan, periodista del New York Times, explicó en un interesante reportaje “cómo funcionaría el plan de Trump de etiquetar a algunos cárteles de la droga como terroristas”. Sullivan lo hizo basada en opiniones de especialistas en el tema. La buena noticia para quienes leemos el influyente diario estadounidense es que se trata de análisis bastante comprensibles. La mala, que existen posibilidades absolutamente reales de que tal estrategia del presidente Donald Trump agrave el problema en vez de solucionarlo.
Las fuerzas armadas del vecino país del norte están lejos de ser invencibles. Después de la Segunda Guerra Mundial han perdido todas sus guerras. Estados Unidos perdió la guerra de Corea. Y sus tropas, para todo fin práctico, derrotadas tuvieron que abandonar Afganistán. Tampoco lograron la victoria en Vietnam. Invadieron Irak con cierta facilidad, pero el ejército estadounidense años después se retiró sin haber alcanzado ninguno de sus objetivos.
Para una mejor comprensión de los fracasos bélicos de Estados Unidos conviene leer The right way to lose a war: America in an age of unwinnable conflict, de Dominic Tierney —en español, El modo de perder una guerra: Estados Unidos en la era de los conflictos que no se pueden ganar—. Cito enseguida una reseña de Amazon acerca de esa obra:
Estados Unidos tiene todo para volver a la ruta de la victoria en sus guerras, pero lo prudente sería que lo intentara contra enemigos más identificables, menos infiltrados en su territorio y con menor capacidad económica que las mafias del narco.
La periodista Sullivan, del New York Times, aclara que es el Departamento de Estado “el que debe decidir qué organizaciones etiquetar como terroristas extranjeras, una decisión que toma después de consultar con otras agencias del gobierno federal, lo que puede llevar meses”. Meses en este contexto significa que sería un error la precipitación. Pero Trump tiene prisa, así que “le dio solo 14 días al Departamento de Estado para hacer una recomendación”. Mal inicio de la estrategia.
Un primer problema para el Departamento de Estado radica en la definición: “Generalmente da la etiqueta —terrorista— a grupos con objetivos ideológicos, mientras que los cárteles de droga y las pandillas tienen motivaciones financieras”.
Otro problema, mayor, tiene que ver el empeoramiento de las relaciones diplomáticas y comerciales con México si insiste en combatir a los cárteles recurriendo a la fuerza militar.
El tercer problema, sin duda el más serio para la sociedad estadounidense, se relaciona con lo que harán las mafias del narcotráfico en cuanto se les empiece a combatir como a los grupos terroristas: casi seguramente actuar como terroristas dentro de Estados Unidos, donde residen legalmente innumerables personas —sicarios, vendedores callejeros de droga, proveedores de armamento y financieros calificados en lavado de dinero— que trabajan para los cárteles.
¿Qué esperar si el Departamento de Estado hace la designación de los cárteles como grupos terroristas?
La solución al problema de las drogas, sin duda gravísimo, no es militar. Hace casi 20 años, Felipe Calderón, un gobernante mexicano necesitado de legitimidad porque se había robado las elecciones de 2006, utilizó al ejército de nuestro país para combatir a los cárteles. Pensó que iba a resultar una misión sencillísima para las bien adiestradas y equipadas fuerzas armadas de México. Se equivocó en el diagnóstico, en primer lugar porque las personas dedicadas al narcotráfico tienen bases sociales importantes y fácilmente se ocultan en los hogares de sus familias integradas mayoritariamente por personas honorables que no tienen incentivos para delatarles porque les conocen y aun porque reciben ayuda económica de las mafias. Además de lo anterior, Calderón puso al frente de las operaciones bélicas a un colaborador del cártel de Sinaloa, Genaro García Luna, actualmente en una prisión de Estados Unidos.
La solución al problema, en el lado mexicano, lógicamente sin descuidar la operatividad policiaca que debe ser eficaz, está en ir a las raíces, que son la pobreza y la falta de educación. Andrés Manuel López Obrador y Claudia Sheinbaum es lo que han intentado. Los efectos tardarán en verse, pero se verán. Pero en el lado estadounidense, su sociedad y gobierno tienen mucho que hacer: por ejemplo, no vender más armas a los cárteles y desarticular las redes financieras de lavado.
Columna de Federico Arreola en SDP Noticias
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