Toda comparación es odiosa” es una frase de La Celestina y de El Quijote. Lo sé porque eso leí en el Centro Virtual Cervantes.
En Ethic el filósofo David Lorenzo Cardiel publicó un artículo interesante, “Por qué las comparaciones son odiosas”.
Son odiosas las comparaciones, dice el analista citado, porque “el ocioso mental y el envidioso comparten una misma inclinación: se comparan con los demás”.
David Lorenzo Cardiel hace una pregunta interesante: ¿Cuáles son las razones de la obsesión ancestral que nos lleva a estar siempre comparándonos? Hay un motivo biológico: “Nuestra especie está diseñada evolutivamente para aprender los unos de los otros”. Pero… “en el momento en que se establece un juicio moral, la situación cambia”, y es entonces que las comparaciones se vuelven odiosas.
No creo que el periodista Ciro Gómez Leyva sea ocioso mental o envidioso; de hecho, le aprecio bastante porque me parece que es un gran ser humano, pero tristemente con excesiva frecuencia se deja llevar por el resentimiento y realiza comparaciones con la única intención de dañar a su nación.
Hoy, en Excélsior, Ciro realizó, “a dos días de la instalación del hagamos de nuevo grande a América”, 14 comparaciones estadísticas solo para demostrar —lo dice abiertamente— que México está lejos de ser “el mejor país del mundo”.
Gómez Leyva comparó a México con otras naciones en:
Pienso que yo me volvería loco si comparara mi casa con la de mucha gente con mayor nivel económico que el mío, o si comparara a mi hijo y a mi hija con personas brillantes de sus edades que han realizado portentosos descubrimientos científicos o edificado imperios comerciales.
También enloquecería Ciro Gómez Leyva si se comparara con hombres y mujeres de su generación —tiene 67 años— que han triunfado a nivel global en actividades intelectualmente más exigentes que el muy sencillo periodismo.
Ciro se vería a sí mismo como un enano si comparara su 1.70 metros de estatura no con basquetbolistas profesionales, sino como muchísima gente de Europa.
¿No se sentiría miserable el señor Gómez Leyva si comparara a sus hijos con tantos jóvenes destacados en la ciencia, los negocios, la política?
Estoy contento en mi casa y no quiero otra, amo a mi hijo y a mi hija y presumo sus logros que invariablemente califico de grandiosos porque así los veo, y por supuesto que me siento orgulloso de mi nación, tanto que con sinceridad sí creo que México sea el mejor país del mundo.
Ciro seguramente está satisfecho con su casa y quiere a sus hijos y presume lo que han hecho, pero México ya no le agrada. Unos pocos meses en Madrid, España lo enajenaron.
No entiendo a Ciro Gómez Leyva. México le dio todo lo que tiene, que no es poco, y no solo no lo agradece, sino que se esforzó, investigó y encontró 14 comparaciones odiosas para ultrajar a la sociedad que le permitió desarrollarse con bastante éxito periodístico y económico.
En fin, querido Ciro, cada quien sus rencores o, diría el clásico, el respeto al resentimiento ajeno es la paz.
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Columna de Federico Arreola
Foto: Especial
cdch
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