El pasado 20 de noviembre México conmemoró los 111 años del inicio de la Revolución, una de las transformaciones políticas, económicas y sociales más importantes de la historia patria. En aquella fecha, Francisco I. Madero, imbuido de ideales libertarios, lanzó el Plan de San Luis, el cual desconocía el gobierno del dictador Porfirio Díaz, y con ello, convocaba a la insurrección en todas las regiones del país.
Entre Claudio X y AMLO, izquierda y derechaNiega AMLO opacidad con decreto de seguridad nacional en obrasMadero, bien conocido como el “Apóstol de la democracia” devendría eventualmente el primer presidente del país electo democráticamente. Desafortunadamente para el maderismo, el presidente y su gobierno, derivado de la coyuntura histórico, fueron incapaces de ganar la lealtad de un puñado de miembros del estamento militar, lo que condujo, a la postre, al levantamiento de los generales Félix Díaz y Bernardo Reyes en los días previos a la Decena Trágica. Sumado a ello, la imposibilidad del gobierno maderista de deshacer las antiguas estructuras porfiristas le valdría el descontento de otros destacados revolucionarios como Emiliano Zapata y Francisco Villa.
El resultado es bien conocido. Luego de siete años de traiciones, pronunciamientos y movimientos armados, el Constituyente de 1917, bajo la égida del presidente Venustiano Carranza, redacta una carta magna que reunía en su texto los ideales emanados de la Revolución, entre los que destacaban la nacionalización del petróleo, de la tierra y los derechos sociales.
Hoy el presidente AMLO reivindica los valores emanados de la Revolución y asegura que su movimiento recupera sus ideales. Mismo ha tildado como “neoporfiristas” a los miembros de la oposición que promulgaron la reforma energética de 2013.
La autollamada Cuarta Transformación recupera los ideales de un movimiento comenzado a inicios del siglo XX y que merece adaptarse a las necesidades del México del siglo XXI. El desarrollo de las nuevas tecnologías, la integración comercial y la interconectividad global han hecho imperante la superación de ciertos principios.
Si bien es verdad que el México de hoy exige justicia social (igual que lo hizo nuestro país en los albores del siglo XX) también debemos transitar hacia nuevos paradigmas que permitan que nuestro país tenga oportunidades de desarrollo propias del siglo XXI, dejando atrás algunos principios revolucionarios que no encajan más con la realidad del mundo del hoy.
En conclusión, AMLO y su movimiento deben ser capaces de adaptar los principios de la Revolución a las necesidades del México del siglo XXI, y que permita amalgamar políticas de Estado en favor de la justicia social pero con una visión propia de los tiempos actuales.
Columna de José Miguel Calderón en SDP Noticias
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